La auténtica intención de la mentira es fingir que es una verdad. Por eso se disfraza para ser más fácil de digerir. Así, las mentiras suelen ser redondas y sencillas de comprender.

La verdad, por el contrario, no tiene dónde esconderse y es con frecuencia complicada, a veces desagradable, y difícil de metabolizar. La ignorancia nos hace más vulnerables a la mentira, el poder necesita gen-te ignorante para colarle sus mentiras. La mentira fabrica esclavos, mien-tras que la verdad, por difícil o incómoda que se presente, produce hom-bres y mujeres libres.

Los argumentos simples están cargados de medias verdades, que es igual que decir de medias mentiras. Pero ¡son tan fáciles de entender!

Un argumento simple: si pierdes tu trabajo, es que te lo ha quitado un inmigrante. Otro argumento simple: las ONG's están ideologizadas, y no hay más que hablar. Otro más: eso de la Memoria Histórica es cosa del pasado y supone reabrir heridas. Argumentos que, gracias a su sim-plicidad, cuelan y se convierten en verdades pétreas del tipo: república, ¿para qué? Mejor como estamos. La república es más cara, y además te puedes encontrar con que su presidente sea alguien como Aznar… Ya ves.

Los argumentos simples son muy eficaces. Hay quien cree que el carril bici de Cádiz sigue un caprichoso recorrido, para suprimir más aparcamientos en los barrios donde gana el PP, mientras que en las zo-nas donde hay más votantes de Podemos, se suprimen menos plazas de aparcamiento.

Aún en esta ciudad, tan dada al drama, hay que tener muchas tra-gaderas, o bien ser adictos al tremendismo malicioso, para creer algo así.

Otra vía de penetración de los argumentos simples es la frivoliza-ción. Como trivializar sobre el paro en la ciudad reduciéndolo al cliché de la "paguita", o hacer crítica ciudadana quedándose en el atuendo de los gaditanos, que si las chanclas o el pantalón pirata. Nivelazo…

Y mientras, se les van las mejores: liberales que se enojan muchí-simo por las subvenciones al cine español o a la danza contemporánea, pero ni se inmutan cuando el Estado infla a la Iglesia con subvenciones milmillonarias, exenciones y otros tipos de privilegios.

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