Las formas de comunicación son muy numerosas. Se consiguen a través de las palabras al hablar, cuando leemos o escribimos, ante una obra de arte o, como en carnavales, cantando.

Cuando el arte es arte, y le permitimos llegar hasta nuestros sentidos, desata en nuestro interior un sinfín de emociones, siempre sorprendentes por las que admiraremos al autor desencadenante de ellas. Puede ser contemplar una pintura de Murillo, o un retrato del gaditano Hernán Cortés. Conmovernos ante un poema de José Luis Tejada o un artículo periodístico. Oír el Casta Diva de María Callas o las letrillas de una chirigota. Sí. Digo bien. Chirigotas. También el Carnaval evidencia que el hombre es un ser social, capaz de conectar con su grupo y plantear estrategias de trabajo para llegar a conseguir unos objetivos que, según dicen, es despertar las risas de todos cantando por las calles de la ciudad e intentar acabar en el Falla.

Los intereses de cada cual son bien distintos. Dependen de factores externos como la cultura y educación del receptor, su edad o sus costumbres. Una vez descubierto qué nos gusta, podremos dar el paso siguiente: buscar la oportunidad de reunirnos con otras personas que tienen esos mismos intereses. Aprender a aprender es el verdadero lujo. Reconocer nuestros límites, lo arcaico de lo que nos enseñaron y enfrentarlo sin miedos.

Al enriquecimiento intelectual se une otro, casi de pasada, pero que, si lo analizamos, es más importante aún: la socialización. Sí, señores. Una vez que tenemos claro el mundo que nos interesa descubrir, solo se tratará de dar con los compañeros de viaje adecuados. Poner la intención de sintonizar con ellos, abrir nuestros receptores, deshacer las corazas y aprender a desgranar el fruto que nos quede dentro.

Reconozco que nunca he estudiado mejor que ahora que no me califican, ni leído o escrito más a gusto que ahora que formo parte de un grupo de lectores -escritores que leen a algunos colectivos. Apreciemos las horas y el esfuerzo que hay detrás de cada expresión cultural ya venga en forma de libro, exposición o coro de carnaval.

Quién me lo iba a decir.

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