Polémica Cinco euros al turismo por entrar en Venecia: una tasa muy alejada de la situación actual en Cádiz

Pasado el 8 de marzo, queda la resaca. Me preocupa el elevado número de hombres, especialmente chicos jóvenes, que sienten que no les afecta o, lo que es peor, que las reivindicaciones feministas se hacen contra sus propios intereses. Algo falla cuando muchos de ellos empiezan también a utilizar odiosos términos como el dichoso "feminazi". Excluir a los hombres en esta lucha por la igualdad es un error tan grave como que ellos lo perciban como una amenaza. El movimiento feminista no pide más que la igualdad de derechos y oportunidades con independencia de género. No busca instaurar la supremacía de las mujeres como si del mítico gobierno de las antiguas y terribles amazonas se tratase. No es un movimiento contra los hombres. Es sentido común. La mitad de la población no puede tener más derechos ni libertades que la otra. M. Kimmel, sociólogo especializado en estudios de género, lo explica en su libro "Angry white men": "los privilegios son invisibles para quienes los tienen". Hay que convencer a los hombres de que con la igualdad también ellos ganarán, de que con el feminismo serán libres por primera vez. Algunos intelectuales españoles de la 1ª mitad del siglo XX, con una visión innovadora de la educación, se dieron cuenta del trágico porvenir que les esperaría a sus hijas si no eran educadas para vivir un mundo gobernado por hombres. Menéndez Pidal, Bartolomé Cossío, favorecieron el concepto de coeducación. F. Barnés, dos veces ministro y padre de Dorotea, Adela, Petra y Ángela, todas mujeres que se licenciaron y consiguieron grandes logros en Química, Farmacia y Estudios árabes en unos años en que apenas aparecían mujeres por las aulas universitarias, defendía: "que mis hijos se casen y mis hijas estudien". Educación, conciliación y respeto. No más mensajes en las redes ridiculizando el permiso de paternidad porque ellos no sufren en su cuerpo las consecuencias del parto o poniendo en entredicho los abusos sexuales. Implicarse por igual en la crianza y educación de los hijos, acabar con la coartada de que las mujeres salen más caras a las empresas, desterrar el miedo de las salidas de nuestras hijas, nos beneficia a todos. Lo lógico es ser feminista.

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