El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Análisis

aNA SOFÍA PÉREZ- BUSTAMANTE

Algoritmo Leopardi

Me persigue una pitonisa. El caso es que en algún momento debí de entrar en una página de esas que prometen ayudarte a encontrar el sentido de tu vida, etcétera. Entré y vi la foto de una druidesa de melena plateada y túnica blanca mirando al infinito (y también a mí, de reojo) de espaldas a una cruz celta. Decía: "Llámame". Y pensé: No. (No por nada en particular: no estoy en modo Panorámix, eso es todo.) Seguí curioseando y me olvidé. Al día siguiente había un mensaje en mi bandeja de correo: "Ana, te estoy esperando". Y dos, y tres: "Ana, ¿qué he hecho mal?". "Ana, tengo grandes noticias para ti". Yo los iba borrando hasta que fueron tantos que decidí guardarlos. "Ana, Florence era como tú: y se benefició de la intervención que le ofrecí". "Ana, depende de ti". "Ana, love is in the air". "Ana, ¿recibes mis mensajes?". "Ana, lee estos testimonios". "Ana, te hago una nueva oferta. Sé que el dinero no sobra. En nombre de nuestra amistad, quiero tener un detalle significativo". Más allá de mi primera sorpresa, ya me había tomado este asunto de nuestra profunda amistad como un alegre coleccionismo de proposiciones románticas, manipulaciones psicológicas y negocios turbios, pero aquí se detuvo Blanche de Saint-André. Estoy desolada, porque es como una novela por entregas que se hubiera interrumpido. En fin, no importa que Blanche me abandone porque ahora tengo al Dr. Jorge Planas, adicto a mis sonrisas de felicidad, que también me ofrece rebaja en la fórmula mágica de la eterna juventud que él ha descubierto (no en vano lleva más de treinta años en investigación puntera). No sé, no sé. Siempre fui muy curiosa y novelera, aunque suspicaz y poco perseverante. Creo que mi época de "master classes" ha llegado a su fin. Manda huevo que en la docencia reglada ya no molen pedagógicamente las clases magistrales (que así se dice en español) y ahora venga a impartírtelas cualquier mindundi de esos que de repente se hacen coachers y encaramándose a tu soledad te despojan no ya de tu tiempo (que está visto que te sobra), de tu libre albedrío (que en realidad no importa a nadie) sino de tu cartera. Que no es precisamente el infinito de Leopardi.

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