Cultura

El verano en que se torció la vida

  • El sevillano Rodríguez del Corral presenta 'Blues de Trafalgar', último Premio Café Gijón, una novela ambientada en Zahara que trata de la deriva moral de un grupo de amigos

Blues de Trafalgar, la novela con la que el sevillano José Luis Rodríguez del Corral ganó el Premio Café Gijón, empieza su acción adentrándose en la nostalgia de esa luz esperanzada que caracteriza a los veranos de juventud. Cuatro amigos que se conocen desde los tiempos de la universidad pasan sus vacaciones en Zahara de los Atunes: todavía esa creencia fatua de que son grandes gravita sobre ellos. "Julián produciría grandes películas con millones de espectadores, Federico levantaría edificios que respirarían, orgánicos como los árboles, yo publicaría novelas que me harían célebre y Teresa sería la primera mujer presidente de gobierno y cambiaría el país de arriba abajo", cuenta el narrador. Pero el destino se le tuerce a los personajes tras una de esas decisiones que marcan una vida: se quedarán un alijo de hachís encontrado por azar, aunque la fortuna que obtengan de este hallazgo estará manchada de sangre después de que un chaval de la localidad sea secuestrado y más tarde aparezca muerto.

El libro, editado por Siruela y que ayer se presentó en Madrid -en Sevilla lo hará el 1 de marzo-, es la historia de unas voluntades manchadas por la ambición, también una reflexión sobre la larga sombra del dinero en la justicia y el relativo sentido del compromiso, pero Rodríguez del Corral prefiere verlo como el relato de "la deriva de unos personajes, que yo espero que no sean simbólicos ni valgan por toda mi generación. No he querido hacer ningún ajuste de cuentas, porque entonces habría sido mucho más duro", bromea el autor, que si bien rechaza el carácter de retrato colectivo de Blues de Trafalgar matiza que "también hay que hacer un poco de autocrítica. Hay que comprender que no se vive impunemente. Y hay una reflexión moral en cuanto al daño que causas, pero también sobre el bien que dejas de hacer".

Entre varias cuestiones que asoman por las páginas de Blues de Trafalgar, destaca la denuncia de cierto compromiso de cartón-piedra, la contradicción de un sector progresista sin escrúpulos a la hora de enriquecerse. "Su pose de diletante de izquierdas en absoluto le impedía alargar la mano codiciosa", se dice de uno de los personajes. "Eso ha sido verdad en muchos casos", defiende el escritor. "Yo no soy periodista ni mucho menos juez, pero es evidente que ser diletante de izquierdas no impide tener la mano codiciosa. Pero eso es algo que se puede extender a todos lados: un señor gallego, que se ha leído ya el libro y me ha escrito, dice que lo que retrato le recuerda al Partido Popular allí. Y probablemente uno de Valencia piense en el PP valenciano. La corrupción no es algo privativo ni de los andaluces ni de la izquierda andaluza".

Blues de Trafalgar apunta algunos detalles que explicarían cómo se ha llegado al colapso de la actualidad: esa sensación de que "si antes España iba bien, ahora parecía que iba aún mejor", ese espejismo de la burbuja inmobiliaria. "El taxista comentó lo que estaban subiendo los precios de la vivienda, pero no con pena sino con orgullo. Hacía poco había adquirido un apartamento en la playa y ya valía casi el doble de lo que había pagado por él", relata el narrador en un momento del libro. Pero para su artífice, en la novela, en la que "hay muchos ingredientes que no se llegan a sustanciar por completo", también se explora el desapego que su generación ha tenido por la ley. "La ley que te encontrabas con 16 años era una ley tiránica. Nosotros no queríamos saber nada del Estado: el aprecio ha venido luego, por la Seguridad Social y por otros logros, con la democracia. Estábamos en una frontera que nos permitió cierta amoralidad", opina. La ambigüedad lo impregna todo en una historia en la que hasta las víctimas acaban tomando caminos discutibles, aunque Rodríguez del Corral precisa que escogió ese final porque "hacer lo contrario habría supuesto que la novela acabara en un juicio, en un escándalo con los medios interesándose por el caso, y ya me iba a un tipo de novela que no era el que yo quería. Prefería que quedara esa incertidumbre moral".

Rodríguez del Corral recalca que no quiere que se lea Blues de Trafalgar como la foto de grupo de una generación -"es algo que me inquieta, de verdad, que lo vean como un ajuste de cuentas", reconoce-, pero su autor sí admite que es la narración donde más experiencias propias ha volcado. "Cuando escribí la biografía de Manuel Ferrand [Memoria y fábula de Manuel Ferrand] la presentó Carlos Pujol, con el que quedé en que le mandaría una novela. Lo hice y me respondió que estaba jugando, que escribía muy bien pero no me implicaba. De alguna manera eso ha influido para que en esta obra haya puesto más de mí mismo que en ninguna anterior. A mí me gusta mucho escribir cosas fantásticas, y no había descendido a este terreno anteriormente".

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