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Cultura

El triunfo que presentía Valencia acabó en una corrida decepcionante

  • Los matadores de toros El Cid y Perera y los toros de la vacada de Fuente Ymbro, fueron los ejes de la función

Una corrida que por momentos llegó a presentirse triunfal, la de ayer en Valencia, acabó en decepción, con los diestros El Cid y Perera, y los toros de Fuente Ymbro, como ejes principales de la función.

Se han jugado toros de Fuente Ymbro -segundo y sexto como sobreros, este último al ser devuelto el primero y correr turno El Califa, que posteriormente no lo pudo lidiar y El Cid volvió a alterar su orden de salida-, bien presentados, encastados y con movilidad, aunque ninguno terminó de romper en el sentido estricto. Los dos últimos, los que más desentonaron.

El Califa: cuatro pinchazos y cinco descabellos (silencio tras un aviso). El Cid: media estocada caída, tendida y atravesada, y descabello (ovación); estocada y descabello (aviso y ovación que recogió desde el callejón después de minoritaria petición de oreja); y pinchazo, estocada y descabello (silencio). Miguel Ángel Perera: estocada desprendida y tres descabellos (ovación tras un aviso); y estocada (palmas).

Alcalareño, hijo saludó tras banderillear al cuarto con arrogancia y exposición; José Rodríguez y Víctor Martínez hicieron lo propio en el sexto.

El Califa fue atendido en la enfermería de fuerte golpe en la cadera izquierda que le afecta a la hernia discal que padece, que le impide continuar la lidia. Pronóstico funcional reservado. Pasó a su domicilio.

La plaza tuvo un lleno aparente en tarde despejada y progresivamente ventosa y fría.

La indefinición fue algo constante en la tarde, con unos toros que en su mayoría se movieron, algunos muy humillados e incluso apuntando buen tranco. Hubo faenas asimismo que llegaron a tomar vuelo antes de que las espadas se pusieran en contra. Pero nada llegó al buen final que se hubiera deseado.

Y para colmo la tarde también se puso climatológicamente adversa conforme avanzaba la función. En resumidas cuantas, nada, o muy poca cosa.

En algunos casos valen disculpas, como las apuntadas de los aceros, o la misma frialdad de los tendidos a la hora de calibrar la verdadera importancia de lo sucedido, pero lo cierto es que en lugar de romper en triunfo la tarde se quedó en decepción.

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