Rojo y negro

El tiempo en Mario

  • A sus 88 años, Benedetti acomete una lúcida y sencilla reflexión sobre el sentido de la vida, editada por Alfaguara

Imagino al maestro uruguayo sentado "en su sólida banqueta" o en su "trono de pelagatos" viendo el mundo pasar. No sé si con libreta en mano pero con los ojos muy abiertos, como ventanas -"las ventanas son los ojos del mundo y las cortinas son sus párpados"- y con una sonrisa irónica buscando, entre "todos los tiempos, los viejos y los nuevos", las perennes "virutas de la vida". Quizás no fuera así, pero así lo imagino. El tiempo en Mario. Pasando por delante de él, a través de él, por encima de él, mientras Benedetti, a sus 88 años, va resolviendo que todo es adrede, que no nos queda otra que Vivir adrede.

Así de claro. El título de la nueva obra del escritor es el secreto que, en grito ahogado, vocean sus palabras desde las letras impresas por Alfaguara. Vivir adrede es una reflexión -profunda, lúcida, sencilla- sobre el sentido de la vida y sus motores. Una vida que termina en muerte. Muerte presentida, pensada y enfrentada en esta obra por Mario Benedetti.

Sus lectores de siempre podrán adivinar la calidad de las reflexiones universales ocultas en un lenguaje claro, directo, cariñoso y tierno por momentos ("mi paisito"), con dosis de humor y, siempre, cercano y conmovedor.

Con la experiencia de un viajero, la calidez del susurro de un amigo, y la clarividencia de un filósofo, Benedetti construye un libro que se divide, claramente, en tres partes. Vivir -que está preñado de enunciados como Vértigos, Utopías, Sobre la sencillez, Patria o Ausencias- camina entre los sentimientos, las acciones, los paisajes, las costumbres y las pasiones que jalonan la vida (sin apartar la mirada del nuevo horizonte que es la muerte).

Adrede, la segunda parte, quizás sea la que está más dedicada a la denuncia social (inherente a su obra). Es la cara más férrea y valiente de un Benedetti antiglobalización y ateo convencido que pide en su Informe sobre el futuro la creación "de un sector crítico" debajo "de cada poder" que "se consolide" para "destruir al destructor".

El literato cierra la obra con Cachivaches, un conjunto de perlas, cercanas a las greguerías de Gómez de la Serna, donde caben juegos de palabras, bellas imágenes, verdades ultra concentradas y breves anécdotas.

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