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Cultura

Un territorio tras el telón

  • Los Premios del Teatro Andaluz reconocen a La Zaranda, El Espejo Negro, Guillermo Weickert y Emilio Goyanes como artífices de una identidad múltiple

La Feria Teatro en el Sur de Palma del Río en Córdoba acogió ayer la entrega de los Premios del Teatro Andaluz en su primera edición. Se trata de una iniciativa puesta en marcha por la Asociación de las Artes Escénicas de Andalucía en colaboración con la Fundación Autor de la SGAE con el objetivo de poner nombre y rostro a quienes sostienen, a duras penas, todo lo que tiene que ver con las artes escénicas en la región. La empresa es más ardua y delicada de lo que pudiera parecer, pero este primer palmarés es ya un hecho, con todos los peros que cada cual quiera poner al fallo del jurado (constituido por críticos de medios de comunicación andaluces) por aquello de que, en cuanto a premios se refiere, nunca llueve a gusto de todos. De cualquier forma, hay un argumento incontestable: los galardones, repartidísimos, permiten abordar a modo de cosecha del año una posible radiografía artística del teatro andaluz.

Pocas objeciones se pueden presentar a la entrega del premio al mejor espectáculo de teatro a El régimen del pienso de La Zaranda. Con Juan de la Zaranda todavía llorado tras su reciente subida a los cielos, los jerezanos mantienen como firme herencia su poética implacable, su rechazo a la poltrona y su manía de llevar el dedo a la llaga, las mismas señas por las que muchos consideran a La Zaranda la mejor compañía teatral de España, y no sólo porque así lo reconociera el Premio Nacional en 2010. Paco de la Zaranda demuestra en El régimen del pienso que todavía hay más donde rascar en cuanto a las posibilidades del teatro de afectar al espectador, hablando del tiempo presente pero alumbrando las miserias del hombre como especie. Los Premios del Teatro Andaluz han reconocido además a Eusebio Calonge como mejor autor por la misma obra, aunque también decir que Calonge es el mejor dramaturgo andaluz tiene mucho de obvio. Por cierto, esta categoría se ha visto envuelta en cierta polémica, propiciada por algunos autores que han pedido dos categorías diferenciadas para obras originales y adaptaciones. Razón no les falta, aunque habría que ver en qué medida la adaptación de clásicos y otros textos ajenos carece de importantes connotaciones de creación propia.

Pero no crean, hay vida más allá de La Zaranda. El onubense Guillermo Weickert se hizo ayer con el premio al mejor espectáculo de danza por su aplaudido Material inflamable, otro ejemplo del riesgo y de la asunción del espectador como creador de emociones y cómplice dialéctico más que como mero testigo. La Maquiné ganó el premio al mejor espectáculo infantil con su muy hermoso El bosque de Grimm, recreación contemporánea de los cuentos tradicionales destinada a competir en la primera línea planetaria. El premio al mejor director fue para el malagueño Ángel Calvente, responsable de El Espejo Negro, por su genial puesta en escena de La venganza de Don Mendo de Muñoz Seca, lo que sienta un precedente singular: no hay desde luego muchos premios oficiales capaces de entregar un galardón de este calibre a un creador de marionetas (Calvente cuenta con dos Premios Max, aunque ambos en la categoría de mejor espectáculo infantil), pero ocurre que El Espejo Negro es una de las compañías andaluzas con más prestigio y proyección internacional; además, el títere constituye una tradición de pleno derecho en el teatro andaluz (baste recordar el magisterio ejercido por La Tía Norica desde Cádiz) y hacerlo visible de este modo es un acto de justicia. El teatro andaluz es muchas cosas: tragicomedia, circo, danza, marioneta, cabaret, Siglo de Oro y otros espejos que delatan una realidad poliédrica.

Otro ejemplo de esta evidencia viene de la mano de los premios al mejor actor y la mejor actriz protagonistas, otorgados respectivamente a Manuel Salas y Gema Matarranz, de la compañía granadina Histrión, por Teatro para pájaros, la obra de Daniel Veronese que el mismo gurú argentino dirigió durante un segundo retiro de la agrupación a Buenos Aires tras el éxito de Los corderos. También hay unanimidad granadina en los premios al mejor actor y mejor actriz de reparto: Piñaki Gómez y Nerea Cordero, de Laví e Bel, los merecieron gracias a su impagable trabajo en Cabaret Popescu, montaje que hizo valer a su creador, el gran Emilio Goyanes, el premio a la mejor composición musical.

Y sigue el palmarés: Fernando Lima ganó el premio a la mejor coreografía por Una ciudad encendida de la compañía Danza Mobile, Vicente Palacios a la mejor escenografía por Tomar partido de La Fundición, Allen Wilmer al mejor diseño de vestuario por El Buscón de Teatro Clásico de Sevilla y Alejandro Conesa al mejor diseño de iluminación por Celestina, la Tragicomedia de Atalaya. Lucía Vázquez y Manuel Cañadas ganaron los premios a los mejores intérpretes de danza, en sus respectivas categorías, por Viaje a la luna de Producciones Imperdibles y Oye, Yoe de Perros en Danza. Los Premios de Honor fueron para Salvador Távora, la Feria de Palma del Río y Lola Marmolejo y la Compañía Bastarda Española. Mucho teatro, en fin, y muy diverso. Ahora conviene que lo vean muchos.

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