30 aniversario del hallazgo de la dama de cádiz Audición en el Museo

Un relato con voz propia

  • La voz de Fernando Quiñones leyendo su texto 'Los perdedores', en un acto que fue grabado en el Museo de Cádiz en 1995, cierra el homenaje al sarcófago femenino

Hasta la colosal escultura de Trajano que preside con majestuosidad una de las salas de arqueología del Museo de Cádiz parecía sonreír escuchando la inconfundible voz de Fernando Quiñones. Recia, generosa de matices y acentos gaditanos, con eco, como él mismo era. Y en la sala contigua, recostada en su ángulo de costumbre, la protagonista del relato, la dama que alimentó el sueño incumplido de aquel barbudo arqueólogo que murió sin saber que su deseo dormía bajo sus pies: 'Los perdedores', una historia fantástica, una historia verdadera que Quiñones convirtió en narración corta con su acostumbrada maestría y que ayer cobró de nuevo vida para cerrar los actos que han recordado el 30 aniversario del hallazgo del sarcófago fenicio femenino.

Fernando Quiñones leyó su relato en el Museo de Cádiz el 18 de mayo de 1995, con motivo del día de los museos. El centro provincial grabó aquel acto y, gracias a ello, ayer se pudo escuchar la voz del escritor, que fue presentada por su hijo, Mauro Quiñones, director de la fundación que lleva el nombre del doble finalista del Planeta. Mauro situó la historia que se relata en 'Los perdedores', un texto que considera "de los mejores" escritos por su padre, y habló de las distintas versiones realizadas por un Fernando Quiñones puntilloso hasta el infinito pues tenía por costumbre leer siempre sus creaciones para realizarles cualquier modificación por nimia que pareciera. "Una necesidad de corrección casi enfermiza", resumió su hijo.

Quiñones, como no podía ser menos, adaptó el relato para ser escuchado. Aligeró la densidad de algunos párrafos y aclaró los diálogos para asegurar que el oyente, que no el lector, pudiera seguir el hilo de su historia.

Una historia misteriosa que el escritor chiclanero supo convertir en una reflexión sobre la realización humana, sobre los sueños y afanes, sobre las prioridades de la vida. Y una historia en la que el propio Quiñones aparece en la persona de un maduro periodista y escritor, Joaquín Quintana, casi siempre nombrado como el visitante, que acude a la casa de un respetado historiador gaditano, don Marcos, para que le confirme que el arqueólogo Pelayo Quintero -Pedro Barcaza en el relato- murió sin saber que el sarcófago fenicio que buscó durante toda su vida se encontraba junto a los cimientos de su chalé.

El narrador quiere escribir la historia, esa historia, pero don Marcos, hombre religioso que en ocasiones advierte de la licenciosa vida del arqueólogo, trata de desviar el relato hacia la época fenicia. El narrador se resiste. Prefiere la frustración de Pedro Barcaza con la dama bajo sus pies: un perdedor. La historia sirve para que don Marcos también se cuestione su recta vida: ¿otro perdedor?

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