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"Con esta obra quiero transmitir que el odio no puede durar siempre"

  • La novela 'La Clandestina', que se presenta el viernes en el lugar que le da nombre, ofrece un Cádiz de aventuras El autor mezcla realidad y ficción para hacer "amena" la Historia

Sevillano de nacimiento, gaditano de adopción. Apasionado del narrar entretenido de la vida, bien documentada pero fácil de asimilar, y tan seguro de su trabajo como para lanzar este verano un ejemplar de su última novela al chalé de Arturo Pérez-Reverte , "dentro de un plástico para que no se estropeara y con mi nombre y número de teléfono, por si le daba por leerlo", aunque aún no haya recibido respuesta. Lorenzo Lapetra Coderque ha viajado al Cádiz ubicado a caballo entre los siglos XVI y XVII para entregar al lector un universo de aventuras e intrigas, con personajes ficticios en contextos reales y cuya inspiración emana del lugar donde la presenta el próximo viernes, a las 19.00 horas: La Clandestina, la Libería-Café gaditana en la que se inicia y termina una obra que ocupa su tiempo.

La novela está autoeditada hasta límites preciosistas, es un selfie book -bromea-, con portadas, contraportadas y lomos en diferentes colores. Y "para mi madre éste", comenta el autor mientras enseña orgulloso un ejemplar con letra aumentada porque "ella no puede ver la letra pequeñita y así se lee muy bien. También los he hecho de este tipo para venderlos, voy probando lo que se me ocurre".

Para documentar, precisamente, lo que sucede en la trama del libro, Lapetra ha acudido al Archivo Histórico Municipal y se ha empapado de las calles, el trasiego comercial y el esplendor de una ciudad que sufre 3 ataques ingleses y vive el intento de venganza de un flamenco contra el Imperio Español que acaba asentándose aquí, en concreto en la actual calle José del Toro. "Con este libro quiero trasladar la idea de que el odio no puede durar siempre. El padre del protagonista -Jans Van Der Vettel- intenta inculcarle a su hijo ese odio por España a cambio de nada y sus hijas Lola y María, por una confusión, acaban creyendo que la posición de su abuelo era a favor de España. Junto a su tumba entierran un doblón de oro. Él nunca fue gaditano, nunca cedió".

Una generación conciliadora de jóvenes personajes que tiene su reflejo real en las propias dueñas del local La Clandestina. Ellas son las verdaderas Lola y María y se enteraron de su "participación" en la novela una vez que se hizo la primera presentación en el Centro Municipal Reina Sofía hace unos meses. "Es una sorpresa muy agradable", admite Lola cuando se le pregunta por el libro: "te atrapa, está muy bien escrito".

Además, el lector de La Clandestina podrá percatarse de la cantidad de riquezas que atesora una provincia como Cádiz. "Hay todavía muchos tesoros enterrados en casas que están reformadas y que, a lo mejor, en una esquina, a dos metros de profundidad albergan un tesoro porque los cimientos son los mismos. Yo no los he buscado, pero incito al lector a que se ocupe de mirarlo. Las fuentes de agua dulce del Guadalete en El Puerto, por ejemplo, tuvieron mucha importancia porque con ellas se abastecía de agua dulce a los galeones en su partida hacia América".

En la localidad portuense, también, "se conservan casas de los pagadores de Indias, que eran los únicos que tenían licencia para comerciar con aquellas tierras. Gran parte de ese oro y plata se quedaría aquí porque no había bancos. Son datos que mucha gente desconoce". Cádiz sigue siendo, en palabras del escritor, "el puerto del Imperio. En aquella época había en la ciudad más extranjeros que gaditanos, debido al comercio", cuyo monopolio estaban en liza por disputas entre la nobleza y el rey. En el proceso de creación de la novela, "me ha sorprendido la mezcla de gente que había aquí, incluso en períodos de guerra el comercio se mantenía independiente".

Las calles por donde paseamos, por otra parte, "son las mismas de entonces"; ahora "no puedo asegurar que Cádiz se parezca al lugar de la novela, aunque hoy vuelve la afluencia enorme de gente de fuera a través de los trasatlánticos y hay que saber sacarle partido. Yo iba a proponer a la naviera hacer presentaciones cortitas, de 15 minutos, de La Clandestina para la gente que llega al puerto. Así se llevarían algo que contar a su vuelta". Y como en la época en la que se ambienta la novela, Sevilla ahora le quiere quitar a Cádiz algo, ese tráfico al puerto con el dragado del río Guadalquivir para que pasen los grandes barcos. "Es una putada porque Cádiz está muy encerrada, no tiene amplitud". Aunque el autor no evita mostrar su cariño hacia su ciudad natal: "Sevilla es grandiosa, pero no parece tan hermosa hasta que la andas ".

Como reto, Lapetra deseaba hacer de este libro, una lectura con tintes históricos, algo ameno. "Quería evitar el tedio, yo escribo muy simpático y prefiero que la trama sea menos profunda pero más cómoda de leer. Busco a la gente corriente, la que quiere pasar un rato con un libro. No me gustan las novelas históricas puras". Y afirma, por último, que de todas las que ha escrito "ésta es mi preferida. No he programado nada. Empiezo a investigar sobre Cádiz y me sale el primer capítulo. No sé cómo van a actuar los personajes hasta que los escribo. Es como si viera una película, no sé qué pasa hasta que ocurre. Me ha gustado mucho escribir esta novela", concluye.

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