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Crítica de Música

Un programa oportuno de la Filarmónica de Málaga

De Albéniz a Turina, o lo que es lo mismo: de Camprodón a Sevilla, es decir España casi de punta a punta, en diagonal (sobre todo si consideramos el escenario, en El Puerto de Santa María), transcurrió la primera parte del concierto de la Filarmónica de Málaga dentro del XV FMEC.

Muy oportuna, en estos momentos, resultó la elección del programa para esta primera parte, donde lo importante fue la Música Española, con mayúsculas, de dos genios que la sintieron como propia y de manera sobresaliente, con independencia de sus lugares de nacimiento.

La procesión del Rocío, op. 9, poema sinfónico para orquesta, fue compuesta por el sevillano Joaquín Turina en 1912 y estrenada en su versión orquestal en el Teatro Real de Madrid en marzo de 1913. Es una obra que contiene partes descriptivas, pero sobre todo sentimientos, imágenes y remembranzas del ambiente sevillano de una procesión: la del Rocío. La obra original, en su parte final, aborda unos compases de la Marcha Real, recreando el ambiente de la recogida de la procesión, tal como la escuchamos el pasado sábado en El Puerto. Pero no siempre fue así, ya que durante los años de la Segunda República, la Marcha Real fue suprimida de la partitura, e incluso en algunas ocasiones, sustituida por el himno de Riego en las interpretaciones. En fin, nada nuevo bajo el sol…

La Orquesta de Málaga interpretó el poema de Turina bastante bien, aunque con poco intensidad en la percusión, tal vez más culpa de la caja acústica del Teatro Muñoz Seca, que carece de paneles laterales.

Seguidamente interpretaron la Suite Española de Isaac Albéniz (compuesta en 1886) con los arreglos para orquesta de Rafael Frübeck de Burgos, de 1965. En mi opinión, la obra del genio de Camprodón, orquestada, no gana en la proporción suficiente, a la versión para piano, o incluso para guitarra, ya que aquélla no consigue darle la calidez y sentimientos necesarios, que un buen pianista o guitarrista, por el contrario, sí que puede conseguir al interpretarla. Es un poco paradójico, pero esta versión de orquesta resulta más fría que la de instrumento solista. Pero esto no es culpa de la Filarmónica de Málaga, que hizo muy bien su papel, dejando claro que tiene una más que correcta sección de cuerda.

Sin duda, y aunque con la cosilla esa de tener que decir que no es música española (dentro de un Festival de Música Española), pero lo cierto es que lo mejor de la noche sonó en la segunda parte del concierto, con música no española. Y esto, sencillamente, porque la obra Cuadros de una exposición, del ruso Modest Mussorgsky, orquestada por el francés Maurice Ravel, es impresionante, y porque la Filarmónica de Málaga, con el madrileño Miguel Romea a la batuta, la interpretó muy bien.

La parte final de la obra: La Gran puerta de Kiev, precisamente la mayor aportación de Ravel a la orquestación, fue impactante, exhibiendo músculo la Filarmónica de Málaga con su sección de metales.

El público del Teatro Muñoz Seca, con una muy buena entrada, aplaudió con ganas a la orquesta malagueña.

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