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Cultura

"La posguerra tiene muy poco que ver con las series de televisión"

  • Almudena Grandes publica 'Las tres bodas de Manolita', tercera entrega de su serie

Almudena Grandes ha llegado al ecuador de su ambicioso proyecto sobre la guerra civil con Las tres bodas de Manolita, donde se traslada al Madrid de posguerra, con hambre, delaciones e historias terribles, que tienen muy poco que ver con las series de televisión sobre esa época y que tienen tanto éxito hoy. "Las series que últimamente parece que tienen tanto éxito sobre los años 40 y 50 en España cuentan un país muy glamuroso, donde prácticamente no había problemas, pero van destinadas a un tipo de espectadores que prefieren pensar que Madrid era Londres. La verdad no tendría tanto éxito para las cadenas. La verdad de este país es muy miserable", explica la escritora.

Y es que Las tres bodas de Manolita (Tusquets), una ficción basada en hechos reales, una obra coral pero con una protagonista, Manolita, "una chica del montón", narra la vida feroz de unos supervivientes republicanos, la heroicidad de unas personas comunes, la de unos amigos de un barrio de Madrid que se tienen que enfrentar al hambre, a la dura represión o al odio y la delación.

Aunque también se trata de una historia de amor y de solidaridad, como la de los artistas de un tablao flamenco en Madrid que encubren a uno de los protagonistas, Antonio, 'el guapo', miembro de la JSU y hermano de Manolita, hasta las mujeres que hacen cola en la cárcel para visitar a presos políticos, peor tratados que los comunes.

"Hubo tres acontecimientos o hechos reales que me hicieron escribir esta historia -argumenta la autora-, el primero las bodas de Porlier, la cárcel más grande Madrid, donde había un capellán que hizo fortuna por cobrar por los vis a vis con los presos".

"El los llamaba bodas, pero era un vis a vis -continúa-, en un cuarto sin mueble, donde daba las posibilidad de que los presos pudieran tocar a sus seres queridos. Y de ahí Las tres bodas de Manolita", precisa.

"El siguiente hecho -precisa- fue saber de una noticia que contaba la historia de una multicopista y dos máquinas de escribir que introdujo el PCE en Madrid y que nunca se usaron porque al abrirla nadie sabía cómo funcionaba. Así que la policía se las incautó sin haber hecho ninguna octavilla".

Y la tercera historia, también verdadera, que impulsó a que Grandes escribiera este relato, que engarza y es el hilo conductor de todas, es la protagonizada por Isabel Perales, cuyo testimonio impactó a la escritora cuando la conoció en un homenaje a los republicanos en Rivas.

Su historia se traslada a 1941 cuando una niña de 14 años, hija de republicanos, es enviada a un colegio religioso en Bilbao donde la obligan a trabajar, cocinar y limpiar con sosa -"hoy todavía tiene las manos destrozadas"- hasta que sus padres salieran de prisión.

"Algo que me pareció de una crueldad infinita -subraya Grandes- el hecho de que los niños tuvieran que pagar la pena de sus padres me parece horrible. Y con estos tres pilares -añade- me inventé una novela con un argumento terrible, aunque no se trata de una novela triste ni sangrienta, no lleva ketchup en sus páginas, aunque muere hasta el apuntador".

Una novela por la que pasa Cuelgamuros, el campo de trabajos forzados al que llevaban a republicanos o la delación de un amigo republicano traidor (El Orejas) que está basado en el comisario Conesa, "el torturador más famoso de la dictadura y un personaje que me ha dado mucho trabajo y ha sido un desafío".

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