Cultura

El placer de la conversación inteligente

Poco antes de que le pronosticaran la grave enfermedad degenerativa que le causaría la muerte en agosto de 2010, el historiador británico Tony Judt tenía en proyecto escribir una historia de la vida intelectual del siglo XX que sin duda se hubiera convertido en una monografía indispensable, como su celebrada Posguerra (Taurus, 2006) el título que le catapultó a la fama. Las dificultades que tenía para escribir desaconsejaban, sin embargo, acometer una empresa de esta envergadura lo que no impidió que Judt aceptara el generoso ofrecimiento de su colega Timothy Snyder de convertir en libro una larga conversación mantenida durante año y medio (mientras avanzaba implacable la enfermedad) en la que ambos daban repaso a los grandes problemas de la historia de la pasada centuria. El resultado es este apasionante ensayo, Pensar el siglo XX, donde los lectores habituales de Judt descubrirán las claves biográficas y los imperativos éticos que explican la original y atípica trayectoria del historiador, mientras que los neófitos serán sorprendidos por un estilo de reflexión poco habitual que cuestiona las cómodas etiquetas con las que hemos querido enterrar el olvidado siglo XX.

Cierre en falso que reabre el interrogador judío, el escritor inglés, el marxista político, el sionista de Cambridge, el intelectual francés que se fue a California, el compañero de esa otra generación del 68 que se jugó la vida en Praga, el historiador europeo, en fin, el moralista estadounidense, etapas de la vida del protagonista que asoman por medio de breves semblanzas antes de que irrumpa imperceptiblemente, en cada capítulo, el diálogo con su colega, el también historiador norteamericano Timothy Snyder. El registro conversacional (que puede interpretarse como un homenaje a los intelectuales de la Europa del Este que Judt frecuentó durante años) es un acierto absoluto: resulta fluido, riguroso, armónico y envolvente. Una corriente de pensamiento que nos arrastra e interpela delante de modelos de explicación a menudo antagónicos, relatos controvertidos y tiempos diferentes.

El cruce entre historias personales, mitos generacionales y tradiciones de pensamiento de las distintas comunidades que formaron Europa es una de las habilidades narrativas que reconocemos en los libros de Judt. Pero sucede en este ensayo que accedemos a ellas por medio de la experiencia vital y lectora del propio escritor. Nos parece un valor añadido que ayuda a comprender mejor el siglo XX que ha sido, entre otras cosas, el siglo de los intelectuales. Saber que Judt había leído a Hobsbawn, a George Orwell y a Koestler con apenas 15 años deja de ser anecdótico cuando comprendemos que estas lecturas formativas le permitieron apreciar el talento del Marx analista social y hacerse una pregunta esencial: ¿por qué el marxismo se convirtió en un ideal de masas, que empieza a sustituir a la visión cristiana del mundo, en la generación de la Segunda Internacional? Compartimos así, con el pensador, el nacimiento de su vocación por la historia al mismo tiempo que asistimos a la emergencia de la Europa del siglo XX.

Se le ha reprochado a Judt, ingenuamente, el pecado historiográfico del subjetivismo. Practicar un estilo narrativo en exceso asertivo, una inclinación por cierto que él nunca ha negado. Pero la realidad no tiene voz propia y el ejercicio más honesto del sujeto historiador consiste en poner las cartas teóricas y metodológicas sobre la mesa como él siempre hace. De este modo -por seguir con otro ejemplo- resulta útil y hasta pertinente enfocar el fascismo desde el extrarradio de la debilidad y del silencio que guardó la izquierda democrática en la década de los años 20, recordando la trágica figura de Leon Blum quien quiso hacer política con los ideales del siglo XIX. Él y otros fueron desbordados por la musculatura del ideal revolucionario, por la exaltación del poder y la promesa escatológica del advenimiento de una Nueva Era que propugnaba el fascismo. Actitudes y gestos -más que ideas- que despertaron simpatías en amplios sectores intelectuales, desde la opinión de derechas a los medios artísticos, sin olvidar los apóstoles del reformismo económico. Justo enfrente (como espejo cóncavo) Judt nos sitúa a un Stalin que reorienta su política internacional desde 1934, aprovechando el ascenso de Hitler, presentándola como causa universal y buscando implicar al PCF (Partido Comunista de Francia), trampa dialéctica en la que quedó atrapado durante décadas un amplio sector del mundo académico progresista y de la intelectualidad de izquierdas.

Los Frentes Populares, la Francia de Vichy, o en el otro extremo de Europa, las experiencias políticas de los estados que surgieron de la descomposición del Imperio (Austria, Hungría, Rumanía) explican, por otra parte, la difícil digestión del gran conflicto mundial y las dificultades de los intelectuales para dotarse de un relato independiente sobre las terribles experiencias vividas, que contrarrestase la visión presentada desde la Unión Soviética, orillando a la vez la tentación de sumarse a ese otro Plan Marshall propagandístico que estaba orquestado la CIA. Una situación que se prolongó hasta bien avanzada la década de los 50. El portillo de entrada a este complejo mundo de la posguerra es aquí, de nuevo, la biografía del autor: su conversión intelectual hacia una Europa del Este que antes había ignorado y que descubre gracias a sus colegas polacos y checos, Jan Gross, Bárbara Torunczik, Timothy Garton Ash o Jan Kavan, algunos de los cuales llegaron a desempeñar cargos significativos después de la caída de los regímenes comunistas.

Otros muchos temas se entrecruzan en la conversación del maestro y el discípulo: el papel intelectual de Inglaterra, las identidades judías en la Europa de Entreguerras y su reinvención después de la diáspora o el revisionismo marxista a la luz de los intelectuales polacos. Todos ellos tratados desde el sólido compromiso intelectual y la penetrante interpretación histórica que le han granjeado la simpatía de miles de lectores. En suma, un libro que da que pensar y nos devuelve el placer de la conversación inteligente.

Tony Judt (con Timothy Snyder). Traducción: Victoria Gordo del Rey. Taurus. Madrid, 2012. 400 págs. 23 euros.

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