Álex de la Iglesia. Cineasta

"La noticia no debería ser la crispación, sino que el cine español se defiende"

  • El realizador, responsable de títulos emblemáticos como 'El día de la Bestia' y 'La comunidad', recibirá en el Festival de Málaga el Premio Retrospectiva con la colaboración del Grupo Joly.

Responde al teléfono Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) en el estudio mientras trabaja en el montaje de Las brujas de Zugarramurdi, que protagonizan Carmen Maura, Mario Casas y Hugo Silva. La impresión que deja a este hilo del cable mientras dura la conversación es que se lo está pasando en grande. El que fuera director de la Academia de Cine Español entre 2009 y 2011, galardonado como realizador con el Goya (por El día de la Bestia, en 1995) y el León de Plata del Festival de Venecia (por Balada triste de trompeta, en 2010), recibirá en la próxima edición del Festival de Cine Español de Málaga , que se celebrará del 20 al 27 de abril, el Premio Retrospectiva, que concede el certamen con la colaboración del Grupo Joly.

-Tal vez lo más interesante de este premio es la proyección de todas sus películas durante el Festival de Málaga. ¿Le hace ilusión, o hay cosas que preferiría no ver?

-Es un honor y una inmensa alegría. Primero porque se trata de un festival dedicado al cine español, con todo lo que ello implica. Y también porque es una cita que te hace sentir muy querido, muy en casa, sobre todo por parte del público. Ahora bien, creo que un homenaje a mi obra con una retrospectiva viene en mi caso demasiado pronto. Creo que aún puedo hacer algo interesante.

-Sí, pero también es cierto que su filmografía cuenta ya con un número importante de títulos.

-¿Ves? Ésa es una manera diplomática de llamarme viejo.

-De cualquier forma, ¿cómo presentaría sus películas, en conjunto, a alguien que no las haya visto ni sepa nada de usted?

-Nunca me había parado a pensar eso. Es algo muy difícil, no creo que pudiera encontrar la expresión correcta. Tal vez definiría mis películas como un tratado sobre el humor, sobre el humor y el dolor. Pero no, en realidad no utilizaría el término tratado, es muy serio. Algo sencillamente relacionado con el humor y el dolor.

-¿Lo uno implica lo otro?

-Creo firmemente que sí, que lo uno constituye la entraña de lo otro. El dolor reviste más fuerza donde cunde la alegría y al revés, el humor es más espontáneo y auténtico en un entorno próximo al duelo. Los personajes de mis películas siempre combinan ambos polos: el dolor es para ellos algo irremediable y recurren al humor para sobrevivir.

-Precisamente, gran parte de la eficacia de sus personajes reside en los repartos. Es habitual encontrar en sus películas a actores que defienden papeles que a su vez tienen poco que ver con lo que se espera de ellos. ¿Cómo hace para llevarlos a donde quiere?

-No he reflexionado mucho sobre la dirección de actores. Imagino que todo viene de mi empeño en llevar al espectador a un lugar incómodo, en empujarlo a una situación en la que no se halle, en la que se encuentre a sí mismo riéndose de algo de lo que no debería reírse, y que se sienta mal por ello. Con los actores ocurre lo mismo, intento hacer que se sientan incómodos, fuera de lugar, y trabajo con ellos a partir de ahí. Así fue con Carmen Maura en La comunidad, y ahora con Mario Casas en Las brujas de Zugarramurdi. Creo que esa incomodidad les lleva a actuar de un modo distinto a como lo hacen habitualmente, de ahí el elemento inesperado del que hablabas. Pero mi tarea consiste únicamente en hablar con ellos, la función es suya. Digamos que se trata de un baile en el que ellos bailan y yo les pongo la música. De todas formas, cada vez hago sufrir menos a mis actores. Creo que ya soy capaz de convencerles de que vayan a donde yo quiero por su cuenta, sin necesidad de empujarles.

-¿Están siendo Las brujas de Zugarramurdi como las imaginaba?

-Cuando hacemos una película siempre apostamos a lo más alto, siempre vamos a por la escalera de color, y cada vez es más difícil. Queríamos que la película fuese lo más divertida posible, y la verdad es que hemos disfrutado mucho el rodaje al mismo tiempo que hemos tirado de la cuerda todo lo posible para comprobar qué éramos capaces de dar. Pero sí, Las brujas son las que yo tenía en la cabeza. Hay unos personajes masculinos que aterrizan en una realidad muy femenina, un mundo de mujeres en el que se mueven con soberana torpeza. Las mujeres les castigan y se divierten a su costa, claro.

-Eso que cuenta me recuerda un poco a Woody Allen. Espero que no vayan por ahí los tiros.

-No, para nada. No se trata de un mundo tan íntimo. Respeto mucho a Woody Allen como para pretender imitarle.

-¿No le produce cierta desazón que el asunto digital siga exactamente en el mismo punto en que usted lo dejó cuando abandonó la presidencia de la Academia?

-No creo que esté en el mismo punto. Se están haciendo cosas, empieza a haber una oferta legal en internet cada vez más amplia. Proyectos como el Filmin de Juan Carlos Tous están teniendo mucho éxito. Ya dije en su momento que no se podía hablar de una oferta ilegal en internet si no había una oferta legal, y poco a poco eso está cambiando. Los que hacemos cine deberíamos sentirnos orgullosos de estar en internet.

-Pero la protección legal sí está en punto muerto.

-Legalmente se pueden hacer muchas cosas. Se pueden proteger más los derechos de los creadores, pero me parece también muy importante actuar en los soportes que permiten compartir archivos. Ésa es la clave de la cuestión.

-¿Qué opina de la respuesta de Cristóbal Montoro a la última gala de los Goya?

-Me preocupa que exista un ambiente de crispación que no beneficia a nadie. A quienes hacemos cine no nos gusta que se hable de nuestro trabajo por episodios como éste. La noticia no debería ser la crispación, sino que el cine español se defiende por sí solo bastante bien, que la cosa marcha. Si se hablara más de esto, sería más fácil comprender que el cine es necesario para todos.

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