Cultura

La muerte rompe la pareja de oro del cine musical español

  • Sáenz de Heredia convirtió a Manolo Escobar en campeón de la taquilla al ligarlo con Concha Velasco

Manolo Escobar fue a la comedia musical española de los años 60 y 70 lo que Imperio Argentina o Estrellita Castro fueron a la de los 30, Juanita Reina o Lola Flores a la de los años 40 o 50. Esa fue su mala suerte: Porque en el cine popular de los años 60 y, sobre todo de los 70, se perdió el talento o el buen oficio de los Florián Rey, Benito Perojo, Juan de Orduña o Serrano de Osma que dirigieron las mejores películas que aquellas grandes de la copla. Ni el universo de Escobar era exactamente el de la copla, sino una variante modernizada y muy rítmica de la canción española cuyo estilo definió entre 1958 y 1962 con el nombre artístico de Manolo Escobar y sus guitarras, ni los directores que le dirigieron tuvieron la talla de sus predecesores. Y en los casos -como el de Sáenz de Heredia, Luis Lucia o Juan de Orduña- en que lo dirigieron grandes nombres, estaban en el otoño de sus carreras.

Su debut en el cine se produjo el año de afianzamiento de su éxito, 1962. Ya todas las madres habían llorado cuando sus hijos les dedicaban por la radio Madrecita María del Carmen y desde el 62 todo el mundo tarareó el Porompompero que cantaba en su primera película, Los guerrilleros, dirigido por Pedro Luis Ramírez y haciendo pareja con otra estrella emergente de los 60: Rocío Jurado. El metro para medir el crecimiento de su popularidad como cantante es que sólo en 1965 y 1966 rodó tres películas de enorme éxito dirigidas por Ramón Torrado (Un beso en el puerto, Mi canción es para ti y El padre Manolo).

Todas fueron grandes éxitos en las pantallas y en las ediciones discográficas de las canciones. Pero sería el ya maduro Sáenz de Heredia quien convertiría a Manolo Escobar en uno de los campeones de la taquilla de toda la historia del cine español al emparejarlo con Concha Velasco. Una fórmula inteligente que enfrentaba el modelo castizo con tupé y aires aflamencados un tanto machista con la moderna chica yé-yé levemente emancipada. Los tres -Escobar, Velasco y Sáenz de Heredia, con la colaboración de los experimentados guionistas Fernando Palacios y Rafael J. Salvia- se hicieron de oro con la tetralogía Pero... ¿en qué país vivimos?, Relaciones casi públicas, Juicio de faldas y Me debes un muerto (1967-1971) que, a su manera, interpretaban con inmenso éxito los cambios de modas y costumbres de la España desarrollista tanto como, en los campos de fútbol, lo hacían los partidos entre las folclóricas y las yé-yés, todas aprovechando las camisetas deportivas para proyectar lo que las novelitas populares llamaban atractivos senos turgentes. En un único caso, En un lugar de la Manga (1970), Ozores sustituyó a Sáenz de Heredia.

Tras Me debes un muerto la pareja de oro del cine popular musical español se deshizo. La carrera cinematográfica de Escobar continuó algo más de una década, desde la correcta La casa de los Martínez (Agustín Navarro, 1971) hasta Todo es posible en Granada (Rafael Romero Marchent) con el epílogo pre-kitsch o hasta pre-Torrente El Cid cabreador, un churro del autor Angelino Fons interpretado junto al cantante, entre otros, por Ángel Cristo, Carmen Maura, Pepe Da Rosa, José Luis López Vázquez o Paquita Rico. Entre la una y las otras aún conoció grandes éxitos junto a Iran Eory (Entre dos amores, Luis Lucia, 1972), a Paca Gabaldón (Me has hecho perder el juicio, Juan de Orduña, 1973) o a Sara Lezana (Cuando los niños vienes de Marsella, Sáenz de Heredia, 1974).

Tras ellas, dirigido por Tulio Demicheli, Valerio Lazarov o Mariano Ozores fue perdiendo importancia en las pantallas mientras mantenía intacta su popularidad sobre los escenarios, en las listas de éxitos discográficos y en la televisión. Una fama que no ha decaído, era un extraordinario profesional, hasta su muerte. El pasado septiembre dio el que sería su último concierto, ya con 82 años y muy enfermo. Amaba su oficio y quería a su público. Y este le correspondió con una fidelidad que duró medio siglo.

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