Cultura

Una metáfora que se abre a la esperanza

  • 'El año del dragón' pudo verse hasta este fin de semana en la Sala Rivadavia de Cádiz

La excelente programación de la Sala Rivadavia prosigue su periplo expositivo con otra magnífica muestra de muy buen ejercicio creativo. Se trata de la obra distinta, personal y con infinitos episodios plásticos de interesante formulación, de la artista argentina Andrea Moccio. No hay que olvidar que la Sala Rivadavia es la sede del Consulado Argentino y todos los años, cuando llega el 25 de mayo -Fiesta Nacional de Argentina - la Diputación Provincial organiza una exposición con una artista argentino de prestigio. Eduardo Rodríguez, al tanto de lo mejor y de los mejores, nos ha traído a esta artista cuya entidad está fuera de toda duda a juzgar por el preclaro planteamiento artístico que ha desarrollado en las dos salas expositivas dependientes de la institución provincial, uno de los centros neurálgicos de dinámico planteamiento artístico existente en la capital de la provincia.

Andrea Moccio es una experta artista de la serigrafía, no en balde se formó en los talleres de Christian Boltanski, lo que la capacitó para llevar a cabo los planteamientos de la estampación serigráfica sino también que le sirvió para adentrarse en los poderosos conceptos del artista parisino, uno de los grandes del arte internacional.

La muestra, formulada museográficamente con el rigor que caracteriza a todo lo que se expone en los espacios dependientes de la Diputación, nos sitúa en los postulados conceptuales que marca las arbitrarias posiciones del calendario chino, los cuales sirven de base conceptual para una exposición en la que el papel de seda se convierte en espectacular elemento plástico, esencial desarrollo conformante que se ve completado con el inquietante poder visual que produce el color amarillo de las páginas de guías telefónicas perfectísimamente estructuradas formando un gran círculo; con ellos, la autora transporta a una singular argumentación artística en la que El año del dragón provoca registros visuales impactantes mediante la expansión del papel de seda blanco que cubre toda la sala, mientras los monos, elementos especial dentro de la iconografía china, observan impasibles - el mono es un el símbolo de la curiosidad - como la lengua del dragón se extiende por toda la superficie de la sala.

En la sala de la derecha, se disponen dos acciones también de gran impacto. Por un lado el ojo del dragón, una pieza que la autora realiza en el año 2001 coincidiendo con aquellos inquietantes momentos del "Corralito argentino" y donde las páginas amarillas se convierten en determinante soporte plástico para desentrañar una realidad mediata de imprevisibles consecuencias significativas. Aquel momento de crisis económica argentina se ve reflejada, ahora, en la controvertida situación por la que atraviesa nuestro país y que va a necesitar mucha creatividad para conseguir un cambio de estructura social y económica. Todo esto es el argumento significativo de la apasionante obra que completa este segundo espacio de Rivadavia: Una serie de serigrafías que representan la piel escamosa del dragón, cuelgan formando un laberinto. Esta piel que se cae, se transmuta en una nueva realidad. La metáfora plantea la situación económica existente; la sociedad está perdiendo mucha de su identidad, de su sentido, pero, como ocurre con la generación de la piel del dragón, es el punto inicial de una nueva existencia, de una realidad social emergente que puede, con mucha fuerza, dignidad, sentido, creatividad y carácter, llegar a conseguir un nuevo formato.

Muy buena exposición, en fondo y forma, la que se presenta en Rivadavia dentro de la conmemoración del Día Nacional de la República Argentina. Una artista de aquel país que nos trae la singularidad de un arte nuevo, abierto, entusiasta y que, además, cabe en dos maletas.

Sala Rivadavia Cádiz

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