¿Qué es lo que desea ver Fangji Wang en su primera mañana gaditana? Por supuesto, la Catedral. No tan por supuesto -aunque imaginable- el mirador Entre Catedrales. Al arquitecto, que visita la ciudad para clausurar el ciclo dedicado a China organizado por el COA, le ha llamado especialmente la atención el empleo del material en los edificios gaditanos: la mezcla de la piedra ostionera con el mármol o con el ladrillo encalado.

Curiosamente, del proyecto Entre Catedrales supo aun antes de descubrir que estaba firmado por Alberto Campo Baeza. "Se pueden ver similitudes entre este último trabajo y lo que ha realizado Campo Baeza en el Centro Cultural Caja Granada -comenta Fangji Wang-. En ambos emplea la misma técnica: ahora parecer abrirse más a la luz, subrayando las fronteras entre la construcción y el exterior mediante bordes afilados, limpios".

-Da la sensación de que China acoge los proyectos de mayor impacto que se realizan hoy en día, ¿cree que podría considerarse al país el patio experimental de la arquitectura moderna?

-Hay un primer factor muy importante y es que, en China, la tierra pertenece al Estado: no hay propiedad privada, lo que les supone a las grandes compañías una oportunidad excepcional para realizar obras enormes. A nivel local, esto sería bastante difícil: no tenemos los suficientes medios para realizar obras de esa magnitud. Se podría plasmar un proyecto de buena calidad pero, probablemente, no hubiera dinero para financiarlo. Aunque seguramente esta situación cambie en el futuro.

-La mayor parte de estas grandes obras han sido encargadas a estudios extranjeros.

-Hasta hace poco, desde el Gobierno, se tenía esa sensación de que cualquier buena idea tenía que venir del extranjero. Así que los proyectos de construcción se organizaban conjugando equipos de compañías extranjeras y nacionales, en una proporción que solía ser de un 80% para las firmas de fuera y un 20% para las locales. Gran parte de la sociedad china pensaba lo mismo: que lo extranjero había de ser por fuerza mejor. Sin embargo, desde los últimos cinco años, esta concepción está cambiando y se empieza a considerar lo local.

-Cada vez que uno lee algo sobre un nuevo conjunto de apartamentos, o un nuevo puente, o un rascacielos en China, encuentra la expresión "como no hay otro" o "el mayor del mundo". ¿Qué se ha perdido en este proceso? ¿Cómo se podría conseguir que no se perdieran las señas de identidad?

-Cuando estudiaba Arquitectura, la mayoría de los arquitectos no se preocupaba por algo como "qué es lo que caracteriza a la arquitectura china". Ahora sí que hay una gran preocupación respecto a esta cuestión, sí que se busca plasmar las estructuras tradicionales, los jardines, la organización y apariencia de los núcleos urbanos... hoy en día, sí que se quieren proyectar todos estos conocimientos.

-Para Occidente, China será protagonista en el mundo futuro. ¿Es la población china consciente de ese papel?

-Para europeos y americanos, Beijing fue el gran símbolo de China. Pero China no es Beijing: la mayor parte de la población china no está preparada para un gran cambio, no conoce muy bien el resto del mundo. No conoce muy bien -sonríe Wang- ni a sus vecinos. Tradicionalmente, además, China ha tenido siempre un carácter de escudo, de defensa y diferenciación frente al mundo. Pero, dado que hoy en día cada vez existen más oportunidades para ir fuera, es justo pensar que las cosas empezarán a cambiar cuando los que están saliendo vuelvan con una mayor experiencia acumulada de lo que es el resto del mundo. Aun así, creo que el crecimiento brutal que vive el país terminará estabilizándose: no hay desarrollo absoluto sin una buena formación, y eso es algo de lo que carece la mayor parte de la población china.