Cultura

La máquina de bailar escénica

Dirección: Daniel Anglés. Libreto: Catherine Johnson. Música: Abba. Intérpretes: Nina, Georgina Llauradó, José Mª del Castillo, Mamén García, Yolanda García, Marta Valverde, Rita Barber, Aarón Cobos, Nando González, Carlos Seguí, David Castedo, José Linaje. Coreografía: Anthony Van Laast. Lugar y día: Gran Teatro Falla, 30 de abril.

Ambiente de Gran Vía madrileña en el Falla. Público expectante y familiar en la sesión vespertina del viernes. Más de uno se llevaría una sorpresa al ver que Mamma Mía! contiene una buena dosis de chistes sexuales que lo hacen poco adecuado a los más pequeños, pero haber sido la directora de la Academia de Operación Triunfo lleva a estas confusiones. En el vestíbulo un stand vendiendo Merchandising con ofertas si te llevas el CD y una camiseta. Venta de libretos por un euro. El sponsor del montaje y de la gira tiene su publicidad bien clara. Empieza el show con una obertura que a más de uno le pone los dientes largos al adelantar los temas de Abba que se oirán más desarrollados en la obra.

A estas alturas, después de años en Madrid y de una gira inacabable, Mamma Mía! funciona como una máquina. Hay que agradecer que sea prácticamente la misma compañía titular de Madrid la que esté en gira, en vez de hacer lo habitual de mandar a provincias una agrupación "B". A ver si este ejemplo cunde en las grandes productoras teatrales. En cuanto al musical, tiene una gran virtud que es su principal problema. O un problema que es su principal virtud, como queramos verlo. Todos tienen claro que la gran baza del espectáculo son las canciones de Abba, y ahí es donde se echa la carne en el asador. Pero la parte eminentemente teatral no acompaña. El libreto de Catherine Johnson es una entelequia, hay que decirlo con claridad. Es una historia que no se sostiene y que a pesar de tener dos horas y veinte minutos para desarrollarse tiene fallos clamorosos, como esos presuntos padres que tardan media obra en hacer una conexión más que obvia con la hija de Donna y su anterior presencia en la isla. O esa resolución atropellada en la boda.

Pero después de todo la dramaturgia no importa, pues la gente ha pagado por ver a Abba mediante personas interpuestas, y aquí surge el interés de la propuesta, con versiones cuidadas, espectaculares, y que conectan indiscutiblemente con el público. El texto juega la carta de las series familiares de televisión, mezclando generaciones y conflictos padre hijo, con una reflexión sobre el paso del tiempo y la crisis de la libertad sexual de los 70, precisamente donde triunfaron Abba. Pero todo es tan blanco como las casas de la isla griega donde transcurre la acción, a pesar de la absurda castellanización de los personajes y de algunos chistes gratuitos sobre Cádiz. La sangre no llega al río y se comprende porque Mamma Mía! a pesar de sus carencias ha triunfado en todo el mundo. Música pegadiza y una máquina de baile, con un final que hace pensar por donde podía haber ido todo de haberse elegido otra línea.

Y es que muchos musicales de los denominados jukebox, que se basan en canciones ya compuestas, no usan tramas argumentales, sino que se limitan a enhebrar los temas. Es en ese número final de Mamma Mía! , cuando caen las caretas y se abandona la coartada de una trama débil, donde el espectáculo encuentra su verdadera fuerza, convertido en un electrizante miniconcierto. Tal vez hubiera sido mejor seguir esta línea sin padres triplicados.

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