Cultura

Al mal tiempo, buenos aires

  • La lluvia no impidió que la primera edición del festival Aires Sonoros tuviera una clausura a la altura de las expectativas de la organización.

Gris afuera; oro intenso, casi tornándose en viejo, dentro. La uva chardonnay tiñe de dorado el brindis de la última cata de la jornada en el interior del Baluarte de los Mártires; en el exterior, el lienzo plomizo no le pesa al mar encabritado. La lluvia no se quiere perder la clausura de la primera edición del festival Aires Sonoros pero esta molesta invitada no resta ánimos al centenar de personas que no renuncian a compartir la experiencia enogastronómica y musical que comenzó el pasado martes y que culminó ayer dejando "muy satisfecho" al equipo organizador.

Son varios los valientes que encaran al mal tiempo en busca de su preciado selfie en el balcón que mira a La Caleta. Y es que aunque el martes tuvieran su luminosa sesión de fotos, el misterio de la ciudad encampotada compite en encanto con el más bello paisaje otoñal. El patio está vacío, a merced del mejor fotógrafo, porque la acción, los olores y sabores de vinos y tapas, se custodian dentro, en el salón.

Javier Córdoba repite en el cierre de la jornada. La última cata del festival Aires Sonoros viene acompañada de la tapa de dorada de estero a la brasa sobre cremoso de chirivia y teja de placton, que viene con el sello de calidad del grupo El Faro. Sobre escena, el cocinero remata su pieza mientras que Andrés Soto Cebrián, de la bodega Huerta de Albalá descubre al público los secretos de la última joya de su corona, el Barbazul Blanco, en una improvisada cata guiada.

"Un vino con carácter, aroma y un punto salino", describe el experto que aspira los humores reparando en los matices "de manzana" a copa parada y en los "aromas cítricos, como albaricoque y fruta tropical" a copa movida. "Envolvente en boca", prosigue Soto Cebrián que antes hizo partícipe a los asistentes de ese color oro intenso de su copa que logran dejando explosionar todo el brillo de la uva chardonnay de la que sale el blanco de Albalá.

Aun con los últimos matices de Barbazul en el paladar, la también envolvente y elegante propuesta del músico Juan Zelada se hacía con la escena. Cierto es que le costó al artista atraer la atención de los asistentes, sumidos en conversaciones en corrillos pero, tras un par de temas, Zelada y su banda se metieron a los espectadores en el bolsillo.

La dinámica presentación del vino-tapa-concierto fue la que marcó la cita que comenzó sobre las dos de la tarde y finalizó pasadas las siete de la tarde. Si Albalá-Córdoba-Zelada fue el trío protagonista de la clausura, otros dos equipos de creadores dibujaron los dos puntos álgidos de la tarde. Por un lado, el cocinero Javier Pajuelo cuya tapa se tomó con un tinto roble de Entrechuelos y se digirió con los boleros de Milián Oneto; y, por otro, el chef Pablo Terrón que se acompañó de un Tío Pepe y del músico madrileño Depedro.

"La verdad es que a la propuesta musical de hoy le venía bien el espacio interior donde se ha desarrollado pues se ha credo un ambiente más íntimo", se congratulaba, poniendo al mal tiempo buena cara, Fátima Yráyzoz, impulsora de Aires Sonoros.

La periodista, y ahora gestora, gaditana se mostraba "contenta, feliz, satisfecha" con la primera edición de este evento que, a su juicio, "ha cumplido sus objetivos: promocionar Cádiz como destino turístico mostrando nuestro potencial, crear sinergias con las empresas gaditanas, siendo el evento un escaparate para ellas, y venir a llenar también la oferta cultural en un mes como éste, octubre, más olvidado", resumía.

La respuesta del público también ha convencido a Yráyzoz para seguir adelante con Aires Sonoros que, tiene muy claro, que es "un proyecto a largo plazo", avisa.

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