José Sacristán | Actor

“Todo lo que se mueve alrededor de esta obra pasa necesariamente por el amor”

  • El intérprete madrileño protagonizará el viernes y el sábado en el Teatro Falla de Cádiz la obra ‘Señora de rojo sobre fondo gris’, la versión teatral del personal y excepcional texto firmado por Miguel Delibes

El actor José Sacristán en una escena de la obra ‘Señora de rojo sobre fondo gris’.

El actor José Sacristán en una escena de la obra ‘Señora de rojo sobre fondo gris’. / Web de Pentación

José Sacristán, el gran José Sacristán (Chinchón, 1937), tiene ganas de volver al “templo del Falla”, como lo denomina cuando atiende telefónicamente a este periódico para hablar de Señora de rojo sobre fondo gris, ese texto tan personal que Miguel Delibes escribió cuando quedó viudo y cuya versión teatral protagoniza Sacristán el viernes y sábado próximos, 12 y 13 de marzo.

–Casi un año después de anunciarse esta función en el Teatro Falla, por fin se ha podido programar. ¿Cómo ha llevado profesionalmente este periodo?

–El parón acabó el 7 de septiembre y debo decir que, afortunadamente, nos cogió en una casa que tenemos cerca de El Escorial con terreno para tomar el aire, y con nuestros discos y nuestros libros... situación privilegiada. En cuanto al trabajo, a partir del 7 de septiembre recuperamos la gira y debo agradecer las actuaciones con sus cambios de fecha, aunque dentro de las limitaciones de aforo. Y hay que destacar las ganas de la gente de volver al teatro, es verdaderamente emocionante. La gente quiere volver a celebrar el encuentro, la ceremonia de la comunión entre el espectador y el espectáculo. Es muy agradecer.

–Regresa a Delibes después de llevar a escena Las guerras de nuestros antepasados, y lo hace con un Delibes muy íntimo. ¿Cómo se plantea esta versión teatral del texto?

–Yo leí la novela cuando hacía Las guerras... y me fascinó, pero Miguel nunca quiso darnos los derechos. De hecho, él se protege en la ficción con un personaje que se llama Nicolás, un pintor, pero todos sabemos que es su propia historia. Ya con el paso del tiempo, él consintió que yo hiciera una lectura dramatizada de un par de pasajes, y luego insistí y convencí a mi amigo Pepe Sámano, y conseguimos ponerlo en pie. Fue un proceso por un lado muy gozoso, porque el material era muy bueno, y por otro lo terrible de tener que amputar, de tener que cortar para llevarlo al teatro. Y ha sido formidable. Es un privilegio disfrutar de una historia como esta, de un personaje que, en lo dramático, simplemente como actor, no puede ser más rico, y que tiene el valor añadido del homenaje diario al hombre que tuve la suerte de conocer y presumir incluso de ser amigo suyo. Es emocionante, porque todo lo que se mueve alrededor de Señora de rojo... pasa necesariamente por el amor, la memoria del amor es incluso capaz de vencer a la propia muerte, que es lo que tratamos de transmitir con este espectáculo.

–Delibes es un autor aparentemente sencillo pero con una profundidad inmensa.

–Eso es lo singular de Miguel. Él utiliza la palabra como una herramienta, casi como si fuera un azadón, un horquillo, una cuchara, un tenedor, una cosa rudimentaria, tan elemental, tan sencilla, y luego es capaz de alcanzar cimas líricas, poéticas o filosóficas acojonantes, y luego profundizar y bajar a lo más hondo del dolor humano. Era un fuera de serie. Más allá de la bondad del escritor, lo que transmite, lo que destila la obra de Miguel Delibes es que es un ser humano de una categoría..., para mí se entronca con Machado, con esa gente que no sólo eran grandes en lo que hacían, sino en cómo eran.

–Humildes...

–Sí, buenos en el buen sentido de la palabra.

–Esa propia reticencia de la que me habla a la hora de llevar la obra al teatro a lo mejor tenía que ver con cierto pudor.

–Claro, no te quepa duda. Él decía: “No quiero que nadie le ponga cara a este personaje porque ni siquiera yo le he puesto la mía”. No quería que eso se personalizara, y quedó ahí como un pintor. Pero, afortunadamente, una vez que Miguel consintió primero que yo hiciera esa lectura, luego los hijos autorizaron a ponerla en pie.

–Delibes es novelista, pero sus obras se trasladan generalmente bien al teatro o al cine. ¿Qué tiene Delibes que lo que se lleva a una escena funciona?

–La construcción de personajes. Es un armador de historias donde los personajes son tan reconocibles, tan claros... Fíjate, que yo también tengo una buena amistad con Eduardo Mendoza y la tuve en su momento, aunque no tanto, con Juan Marsé, y en ocasiones no son tan felices las adaptaciones que se hacen de sus obras al cine como en el caso de Miguel. Las hay de distintas calidades, pero digo yo, no sé, posiblemente haya un cierto misterio. La creación de personajes en Miguel es tan rica que es muy fácil darles vida.

–¿Y qué le aporta a Sacristán esta obra?

–Aportar todo, no solo la satisfacción como actor porque el personaje es de una gran belleza, sino además el valor añadido de rendirle homenaje a Miguel Delibes. Sé que contamos con la aprobación y el aplauso emocionado de toda la familia, de toda la tribu, que son muchos ya: hijos, nietos, sobrinos... Tras salir ahí todos los días con Señora de rojo..., se va uno a la cama con la sensación del deber cumplido en todos los aspectos.

–La obra está llena de frases excelentes, como eso de que el mundo de los vivos está lleno de banalidades. Ha dicho que ha sido traumático desprenderse de texto.

–Es doloroso. Yo empecé a trabajar en solitario en una versión y cuando hablé con Pepe Sámano, él contestó a mi versión con una suya que, en definitiva, es la línea maestra que luego seguimos trabajando juntos. La suya era la más acertada y era la que más dolorosamente aplicaba el cortar. Porque a la hora de hacer la adaptación de una novela, lo primero que hay que tener en cuenta es la diferencia de actitud del espectador y del lector. El lector se relaciona con el libro de una manera y el espectador con el espectáculo de otra, y hay que darle todo concentrado, claro y preciso.

–¿Es verdad que esta obra es la despedida de José Sacristán como se lee en algún lado?

–No, verás. He cumplido ya 83 años, tengo compromiso con Señora de rojo... todo este año y parte del que viene, me gustaría ir a Buenos Aires con ella. Lo normal es ir pensando que te puede llegar la gotera que te deje quieto, parado, inútil o estúpido; y luego, va a ser muy difícil que yo encuentre algo que me ocupe como me ocupa Señora de rojo..., va ser muy muy difícil, y lo más sensato es pensar que quizás de dos años o así uno diga: pues me quedo en mi casa.

–¿Vio la gala de los Goya?

–No, no pude, estaba actuando en Torrelavega, pero todo lo que he oído ha sido formidable. Sin embargo, debo hacer un reproche a la Academia a propósito de, desde luego, celebrar el centenario del nacimiento de Berlanga, pero creo que fue escamoteado el centenario del nacimiento de Fernando Fernán Gómez, ¡que ya se va, hostias! (como si hablara Fernán). Creo que no fue señalado con la debida importancia.

–Habrá que reivindicar la figura de Fernán Gómez.

–¡No hace falta, está ahí! (ríe porque imita su tono de voz), pero en este festejo creo que no estuvo del todo a la altura de las circunstancias.

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