MÚSICA

La pequeña gran fiesta de las emociones

  • José James se gana al público de las Royal Hideaway Sessions con su tributo a Bill Withers

El cantante estadounidense José James durante el concierto del martes en Chiclana

El cantante estadounidense José James durante el concierto del martes en Chiclana / SONIA RAMOS

En 2018 Bill Withers celebró su 80 cumpleaños. Anteayer, en el anfiteatro del Hotel Royal Hideaway Sancti Petri, a buen seguro que la célebre figura del soul hubiese puesto sus octogenarias caderas a bailar al comprobar cómo gente de edad variopinta pero muchas ganas de fiesta le rendía pleitesía en canciones en un pequeño espacio que, durante hora y media, se volvió colosal.

Que el espíritu vibrante del soul sigue vigente lo demostró el vocalista norteamericano José James y una impecable banda de tres músicos a los que no dejó de presentar durante todo el segundo de los conciertos del ciclo Royal Hideaway Sessions. El tributo que James ofreció a Withers sonó espléndido y convirtió aquel coqueto escenario en un improvisado festival de Woodstock -alguna asistente recordaba en estilo y garra a la mismísima Janis Joplin-, con cuerpos bailando en las gradas de la primera a la última canción.

James parecía la noche del martes la conjunción perfecta entre Jimi Hendrix, Lenny Kravitz y Prince. Con sombrero, gafas, chaleco de flecos y pantalones acampanados, como de otra época apareció en escena para reivindicar la actualidad de la música del alma. Esa misma que, al igual que su estilismo, bebe también del eclecticismo que ofrecen los sonidos más negros.

Bues, jazz, soul, R&B, pinceladas de reggae e incluso de bossa nova forman el cóctel sonoro con el que la audiencia se embriagó de música sin apenas darse tregua. A prender la mecha de la celebración colectiva ayudaron las interpretaciones de Ain’t no sunshine, en la que James jugó a alargar las estrofas; Who is he donde comenzó a dar rienda suelta a los pies con sensuales movimientos al tiempo que se daba el primer conato bailarín desde el auditorio; Kissing my love y su entrada funky; o Use me, con la que el cantante y compositor bajó por primera vez del escenario. Puede afirmarse sin temor a equivocación que la conexión entre artista, público y entorno fue el preludio perfecto de una noche mágica, de una pequeña gran fiesta de las emociones que hubiese podido continuar hasta el amanecer.

“Creo que hablo por toda la banda cuando digo que éste es el lugar más hermoso en el que hemos tocado”, confesó José James ante el aplauso del público. Demostró, así, tener un gusto exquisito en haber elegido Cádiz como una de las paradas de su gira, tanto como en traerse a Marcus Machado (guitarra), Aneesa Strings (bajo y coros) y Aaron Steele (percusión) como apoyo melódico potente a su voz oscura pero perfectamente moldeable en distintas tesituras. Cada uno tuvo su momento fulgurante en el show, con increíbles solos que llevaron a James a volver de nuevo a pie de escenario para grabar esta vez con el móvil a sus compañeros, como un espectador más de tan grandioso concierto.

Aunque no solo de Withers vive José James, que rescató melodías de algunos de sus álbumes anteriores. En concreto, de No beginning No end presentó Trouble, que fue acompañada en voces por el respetable. “Sonáis muy bien”, les felicitó el artista antes de anunciar que “estoy muy emocionado. Estaremos grabando un nuevo disco el mes que viene y saldrá en marzo”, dijo.

De aquel primer álbum grabado con el mítico sello Blue Note, No beginning No end, se escuchó Come to my door, tema de Emily King, con el que una pareja entre el público se fundió en un apasionado beso. Hubo, por consiguiente, momentos para la calma y la entrega en el concierto, desenfreno aparte. “Si no conocen a Emily King, búsquenla. Es fascinante”, recomendaba James.

Ladies man puso el toque seductor a la noche; Park bench people sonó callejera y demostró la capacidad del artista para el fraseo y la improvisación; y Just the two of us fue la traca final a una velada de ritmo incesante y emociones que comenzaban en los pies. El bis correspondió a Lovely day, título propicio que resume una gran fiesta de la que nadie parecía querer marcharse.

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