El Retrato

El huérfano de las viudas

  • El Gran Teatro Falla tiene historia y personalidad suficientes para ser un sello por sí mismo, pero son varios los handicaps que le impiden estar a su propia altura

Una queja común, durante años, ha sido decir que el Teatro Falla se encontraba "secuestrado" por el Carnaval. La explicación es que está fuera de lugar que un teatro vea anulada su programación durante dos meses para acoger las convocatorias carnavalescas, que pueden muy bien empezar un diez de enero. Dado que es imposible entender Cádiz sin Carnaval -y dado que la ciudad cuenta, sobre todo desde este 2012, con más espacios escénicos-, el hecho de que el principal teatro de la ciudad se ceda a su principal y más significativa manifestación cultural no debería entenderse como un handicap.

Sobre todo, porque no es el único. Es incomprensible, por ejemplo, que nunca se haya destinado una parte del presupuesto del teatro -y no siempre ha habido vacas flacas: la programación del 2008 contó con una partida de 430.000 euros- a elaborar y gestionar una página web dedicada al Gran Teatro y sus espectáculos -si la existencia hoy día se mide por la presencia en Internet, ya está todo dicho-.

Tampoco ni el paso del tiempo, ni la ausencia de un teatro de verano, ni los trabajos de rehabilitación han servido para que el principal coliseo de la ciudad cuente con un sistema de climatización adecuado -lo que supone otros dos meses de cierre, esta vez, sin Carnaval de por medio-.

El hecho de que el Teatro Falla sirva, además, de plataforma a los numerosos festivales y encuentros culturales de la ciudad viste y, a la vez, asfixia a la entidad. Las citas con el FIT, el Festival del Títere, VivAmérica, el Festival de Música Española... Todo ello nutre la programación del teatro pero, también, minimiza y condiciona su programa más allá de lo dictado por la parrilla de las "obligaciones".

En el último trimestre del año, el más abundante en eventos culturales, las tablas del Teatro Falla están copadas por este tipo de citas. Si a ello sumamos los dos meses de parón estival, más los dos meses de Carnaval, la agenda de programación propia se reduce casi a la mitad de lo que sería habitual.

Precisamente, a raíz del esfuerzo en infraestructuras culturales realizadas de cara al Bicentenario, son numerosos los espacios que podrían acoger aquellos espectáculos de carácter no mayoritarios. Las obras de corte infantil podrían desviarse a La Lechera y al nuevo teatro de la Tía Norica; mientras que el Museo del Títere cuenta también con un pequeño anfiteatro que podría dar cabida a actuaciones menos ambiciosas .

Comparando con el otro gran teatro provincial -y a falta de que aún se presente la programación de 2012-2013-, es cierto que el Villamarta de Jerez suele ofrecer parrillas con más enjundia. No tanto porque reúna más espectáculos (el teatro jerezano da cobijo, también, a su Festival flamenco y a las producciones líricas que se organizan desde el propio centro) sino porque parece más comprometido con su público.

Por nacimiento y definición, el Villamarta presenta una innegable vinculación con lo flamenco y una obvia apuesta por la lírica, pero no sólo: el espacio dedicado a su programación dramática, por ejemplo, es suculento, y suele dar cabida a piezas de escena clásica, de humor y contemporánea.

Uno de los grandes aciertos, además, del coliseo jerezano es haber apostado por la lírica como sello diferenciador. ¿Por qué no fomentar desde el teatro gaditano, tanto en formación como en montajes, la comedia, el stand up comedy o aquel híbrido carnavalesco teatral que surgió con Chirigóticas?

Otro punto que estaría bien recordar es que el Teatro Falla es eso, un teatro: no un auditorio o una sala de usos múltiples. En la programación del próximo trimestre, festivales y citas varias han dejado -como decíamos- sólo trece espectáculos de programación "libre" en el Falla: de ellos, el flamenco copa, en distintas modalidades, seis actuaciones -la fidelidad del público flamenco en la capital gaditana lo convierte en apuesta asegurada-; tres "eternos" de la canción (Milanés, Raphael, Aute) y tres grandes espectáculos -Caperucita, el cuento musical de la capa roja (infantil), El Cascanueces sobre hielo (para el que se reservan tres días) y el musical My Fair Lady (otros tres días)- prácticamente completan la parrilla. No hay escena. Con este plantel, parece que la programación de otoño ha ido a lo seguro: lo que la costumbre y la lógica dicen que puede hacer caja en el teatro gaditano. Y no van desencaminados: Miguel Poveda ya ha agotado sus localidades.

La producción dramática tiene fama de ser -cierto- la cenicienta de los montajes teatrales. Pero no por ello ha de ser maltratada: los cines tienen claro que el ingreso lo hacen los blockbuster familiares y las palomitas, pero no todas las salas están copadas por Madagascar 3. Pues la lógica es la misma.

El Falla tiene renombre, historia y personalidad para ser, por sí mismo, un sello. Le falta estar a su propia altura.

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