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Liliane Dahlmann. presidenta de la fundación casa medina sidonia

"Me gustaría jubilarme viendo el archivo catalogado"

  • Con un futuro todavía incierto, en vistas de la batalla legal por la herencia de la duquesa, la Fundación acaba de firmar un jugoso convenio con la Junta

-¿qué supone para el Archivo de la Fundación Casa Medina Sidonia el convenio que acaban de firmar con la Consejería de Cultura?

-Para la Fundación, y para la historia de esta casa, supone poner una documentación al servicio del mundo gracias a la digitalización de los seis millones de documentos que componen el archivo y subirlos a la Red. Es decir, poner el conocimiento al servicio de la sociedad civil, un conocimiento necesario para entender nuestro presente, para saber dónde vamos y para defender también nuestros derechos, porque un archivo es nuestro DNI, que dice de dónde somos y quiénes somos como sociedad. Así, este acuerdo es un logro que va a sentar precedente pues piense que desde casi la creación de la Fundación, en los años 90, la anterior duquesa Medina Sidonia, Isabel Álvarez de Toledo, intentó en muchas ocasiones llegar a un acuerdo como el que hoy hemos conseguido, pero por una causa o por otra nunca llegó a cuajar ya que emprender una labor de años vista, a veces, supone un esfuerzo económico y de toda índole. Y por fin ha existido esa voluntad política que debería haber existido en vida de la duquesa. Pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena.

Pienso que la sensatez al final se impondrá y que no se puede ir en contra de los deseos de alguien"

-¿Con esos 300.000 euros se digitalizará todo?

-No, no, con eso se va a empezar. Además, ese dinero no va a la Fundación sino que la Consejería hace una encomienda y va directamente al Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) pues serán los técnicos de esta institución los que van a estar al frente de la digitalización. Y eso es una garantía porque es una institución muy seria y para mí es una tranquilidad porque cuenta con gente muy cualificada y que ya ha trabajado aquí en el inventario de la Fundación y en la restauración de los tapices.

-Hace un mes que han renovado su convenio con Diputación Provincial, ¿también esa subvención de 150.000 euros está destinada a este fin?

-Son dos conceptos distintos. El convenio con Diputación, que es un convenio muy importante, significa el día a día de la Fundación, con ese dinero se paga una serie de sueldos, una serie de gastos de mantenimiento... Pues con nuestro presupuesto propio de la cafetería y la hospedería no alcanza para mantenernos. Y hay que sumar también la subvención que recibimos del Ministerio.

-¿Y cómo es la relación con el Ministerio de Cultura?

-Ha sido muy buena desde los inicios de la Fundación aunque es cierto que había más compenetración e intercambio antes de la crisis. Nos aportaban ideas, nos mandaban poetas para nuestras jornadas de poesía... Hacían aportaciones que, lamentablemente, ya no hacen aunque yo lo achaco a la crisis. Pero sí es verdad que continúan dándonos una subvención todos los años de 55.000 euros.

-La digitalización del archivo, de hecho, es algo que se lleva a cabo desde hace tiempo, ¿desde cuándo y cuánto se ha digitalizado?

-Sí, en vida de Isabel se hizo un acuerdo, entre 2005-2006, que fue el convenio de los municipios de Vélez, que fue un convenio muy interesante porque se trataba de digitalizar todo ese fondo pero llegó la crisis y se interrumpió. Y fue una lástima porque se tendría que haber seguido y ya este fondo estaría digitalizado... Así que actualmente de todo el archivo hay muy poco digitalizado, un 2% del volumen, pero bueno, estamos hablando de 6 millones de documentos. Pero lo importante es sistematizar, no interrumpir esa labor, por eso desde aquí pido que le demos continuidad a este nuevo convenio con la Junta, que tiene una duración de dos años, porque un archivo como éste necesita de 7 o 8 años para digitalizarlo todo. Incluso, creo que otras instituciones podrían aportar y ayudar a la Junta en la financiación.

-¿Cuánto volumen se podrá digitalizar en estos dos años?

-Pues depende del estado en el que esté la documentación, la dificultad de poder tomar la imagen... No es fácil, pero creo que se pueden hacer unos 2.000 fotogramas al día pero, de todas formas, la labor que más va a tardar no es la digitalización en sí sino la descripción, porque ya no sirve el catálogo que hizo Isabel sino que hay que volver a catalogar el archivo de acuerdo a la norma internacional ISAD (G).

-Recuerdo que usted nos dijo una vez que sólo los 20 tomos de catálogo bien merecían ser Bien Patrimonio de la Humanidad...

-Y lo mantengo, es que Isabel hizo una labor increíble. Hablamos de catálogos hechos en los años 60 por una persona describiendo un archivo que estaba mudo, arrumbado en un guardamuebles, y que lo hizo ella sola y con unas nociones no de archivera sino más de historiadora, por eso nos encontramos esas descripciones tan minuciosas del documento que, claro, se perderán en la descripción actual.

-¿Y cómo van los trámites para conseguir ese reconocimiento para el archivo?

-Ese es otro de los objetivos que quiere acometer el IAPH en este tiempo, así que vamos a preparar un memorando para presentarlo a la Unesco porque es cierto que este archivo reúne unas características cuantitativas y cualitativas que quizás no tengan otros archivos privados, aunque en España los hay muy buenos como el de Medinaceli, Alba u Osuna. Nosotros conservamos, por ejemplo, los diarios de la almadraba, el más antiguo del año 1504, que son documentos únicos pues la almadraba nos permite reflejar una historia global de lo que es el arte de la pesquería, nos permite conocer la técnica ancestral, que ya se practicaba en el Neolítico, y que todavía hoy se conserva en Zahara de los Atunes. Eso, entre otras joyas...

-¿Cuál es la media de investigadores que vienen al año a consultar el archivo?

-Pues vienen entre 80 y 100 investigadores al año, y de todos los lugares del mundo, desde Japón, Austria, Francia, Estados Unidos, Inglaterra, por supuesto de España... Y esa es otra cosas que a veces debo reivindicar. El archivo está abierto regularmente desde 1976, cuando Isabel vuelve del exilio, pero es verdad que aquí estamos sometidos a las plazas, hay 10 plazas y cuando están cubiertas pues tienes que decir al investigador que no puede ser y que tiene que venir otro día.

-Con la resolución del pleito por la herencia de la duquesa, ¿la Fundación y el archivo corren peligro?

-No, han quedado intactas pero sí es verdad que se nos exige un pago... Como sabe, esa sentencia se ha recurrido (a la Audiencia Provincial) y no puedo hablar más de eso porque está en una situación legal sobre la que yo no debo ni opinar.

-Pero usted está tranquila por el futuro del archivo

-Yo es que siempre pienso que la sensatez al final se impondrá y que no se puede ir en contra de los deseos de una persona. Unos deseos que ya estaban manifiestos en los años 90 cuando crea la Fundación.

-La obra de toda una vida, al fin y al cabo...

-Sí aunque si le hubieras dicho eso a ella te diría: "Quita, quita que aparte he hecho otras cosas". Es que ella se lo tomó como una obligación, cuando le decían hay mucho amor detrás del trabajo del archivo ella decía "no, lo que hay es responsabilidad y sentido del deber". Y es cierto, hay cosas que no las haces por devoción sino porque las circunstancias, en el fondo, te obligan, sobre todo cuando tienes una conciencia como la tenía Isabel, una conciencia social muy arraigada. Evidentemente, dedicó su vida al archivo y a reconstruir este palacio que estaba en ruinas, no lo olvidemos, que cuando Isabel hereda la mitad de este palacio esto estaba en ruinas, donde hoy estamos sentadas no había ni tejado. Esto era un caserón abandonado que servía, de vez en cuando, para los veraneos de los duques. Sus padres vivieron aquí tras la Guerra Civil por un periodo de 4 años y es ahí cuando ella toma conciencia de que debe reconstruir lo poco que les queda a los Medina Sidonia, que fueron una familia de las más importantes pero que llegan al siglo XX sin nada y lo que les queda es ese caserón medio abandonado y el archivo. Me acuerdo todavía que un año antes de morir, la última obra que se hizo fue la de aquella terraza (señala una de las zonas del Salón del Loro donde hacemos la entrevista) que estaba rota la solería y me dijo: "Mira Liliane, yo he cumplido, la casa está restaurada, lo que le prometí a mi madre lo he cumplido". Y ella bien podría haber dicho, lo vendo, vendo esto. Por ejemplo, cuando ella coge esta casa los tíos y el padre estaban a punto de firmar la escritura de venta de la casa y ahí, en los jardines, iba una urbanización... Esa es la intrahistoria que las personas desconocen y por eso todo esto es muy triste porque cuando ves que una persona que ha luchado con sus bienes, privándose de muchísimas otras cosas... En fin.

-¿Cómo ha vivido usted todo esto?

-Mire, yo no quiero hablar de sinsabores. A mí el convenio con la Junta me ha dado una gran alegría, y ya está. Es verdad que hay veces que ves que todo ha valido la pena y otras que tienes ganas de tirar la toalla. De momento me ha tocado este papel y en otro momento le tocará a otro... Aquí nadie permanecemos, todos nos vamos... Lo único que me gustaría es jubilarme viendo el archivo catalogado. Entonces todo tendría sentido. Yo entré aquí muy joven, vine con 23 años a Sanlúcar, trabajé siempre junto a Isabel y con jubilarme viendo esto realizado me puedo dar por satisfecha. Y los sinsabores, como le decía, vamos a dejarlos aparte.

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