Cultura

La gran esfera expandida

Es altamente gratificante encontrarse, en estos tiempos, con una exposición de escultura en el más estricto sentido del término. Últimamente las muestras escultóricas son muy poco habituales y están casi ausentes en la mayoría de los circuitos expositivos. Es fácilmente observable cómo, desde hace años, esta tendencia plástica ha perdido mucho sentido para muchos artistas. Las causas son varias: elevado valor de los materiales, excesiva dificultad para canalizar la producción y hasta, si se me permite, poco interés de los autores por una modalidad demasiado trabajosa y para la que no todos están preparados ni están por la labor de afrontar sus muchísimas dificultades. Por eso, una exposición de escultura es algo inusual y bastante raro en las programaciones, lo que posibilita que, cuando se dan, ofrezcan el máximo interés y se conviertan casi en asunto noticiable.

Augusto Arana es un escultor, escultor, de los pocos que hoy se pueden calificar como tal. Natural de Trebujena donde tiene su estudio y donde trabaja una escultura a la que dota de todos sus máximos estamentos plásticos. Es, además, un autor que maneja algunos de los más nobles y variados materiales de la profesión: el hierro, la madera y el acero corten, lo que le hacen, aún más, un autor clásico y empeñado en mostrar las grandes circunstancias de la escultura de siempre, esa que tanto echamos de menos y que tan difícil se nos hace en la actualidad.

La muestra en uno de los espléndidos espacios expositivos que alberga la que fue Cárcel Real se nos presenta con todos los grandes planteamientos que intervienen en la gran escultura abstracta: volumetría, adecuada conjunción entre las líneas rectas y curvas, estructura espacial perfectamente acondicionada con los planos situados en una sugestiva yuxtaposición de contrastes, así como sistemática sucesión de espacios rectos y curvos que se contraen y expanden posibilitando un importante juego de formas pulcramente distribuidas.

La obra de Augusta Arana parte de una clara posición estructural: la esfera. Ésta es sometida a una profunda intervención escultórica. De ella se extrae sus infinitas posiciones confortantes; se abre, se despliega, se descomponen sus partes, se ensanchan sus espacios hasta desarrollar nuevas posiciones formales que no hacen si no intensificar el aspecto geométrico de su primitiva esencia.

Estamos ante un apasionante trabajo escultórico donde lo esencial de la forma deja abiertas las máximas compuertas de la evocación. El escultor de Trebujena suscribe el mejor ideario estético de la escultura abstracta, aquella que suspenda el hilo argumental de la representación para adentrarse por la emoción inquietante de la forma plástica, por la estructura de un geometrismo racional, racional, riguroso y perfectamente acondicionado en contenido y, sobre todo, en continente.

La escultura, esa gran ausente de nuestro sistema artístico se nos presenta en su más inquietante magnitud. Todas las grandes expectativas de la tendencia plástica se nos ofrecen en su más espectacular sentido. Augusto Arana nos vuelve a conducir por un estamento, el escultórico, que sigue dándonos significativos momentos de apasionante artisticidad. Con Augusto Arana nos sigue demostrando que, a pesar de todo, la escultura existe y, con artistas como éste, permanece viva.

Casa de Iberoamérica Cádiz

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