alfonso zapico. dibujante

"La función de primer escalón del cómic en cuanto a divulgación es esencial"

  • El ganador del Premio Nacional de Cómic en 2011 por 'Dublinés' acaba de publicar 'El otro mar', una aproximación a la figura del descubridor del océano Pacífico, Vasco Núñez de Balboa

Se define Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981), un tanto al modo valleinclanesco, como "flaco, tímido, provinciano y socialdemócrata". El autor de La guerra del profesor Bertenev (2006) y Café Budapest (2008) ganó el Premio Nacional de Cómic por Dublinés (2011), una abrumadora recreación biográfica en viñetas de la figura de James Joyce que exigió años de viajes y rigurosa documentación y que consagró a Zapico como uno de los grandes en el oficio del cómic. Residente en el municipio francés de Angoulême, centro neurálgico del tebeo europeo, y desde el que nutre de títulos a la industria gala, el autor acaba de publicar El otro mar (Astiberri), una nueva aproximación biográfica dedicada esta vez al descubridor del Pacífico, Vasco Núñez de Balboa.

-¿Cuándo supo que había un cómic en Núñez de Balboa?

-El origen de El otro mar es cuanto menos curioso. El año pasado, una fundación panameña nos invitó a un grupo de creadores de diversos ámbitos a una visita a Panamá con motivo del quinto aniversario del océano Pacífico. Nos reunimos allí escritores, cineastas, dibujantes, dramaturgos y demás y reprodujimos, exactamente, el viaje que completó Vasco Núñez de Balboa a través de la selva del Darién hasta alcanzar el Pacífico. Éramos una especie de laboratorio de creación en movimiento. Y el viaje fue agotador, pero también muy revelador. Al final, se nos pidió a cada uno que realizáramos una obra en nuestras respectivas disciplinas sobre todo lo que habíamos vivido, y eso hice. En El otro mar cuento, esencialmente, lo que vi en esta experiencia.

-¿Necesitó mucha documentación posterior?

-Sí, siempre necesitas documentarte. En el caso de Núñez de Balboa existe una documentación muy amplia, detallada y accesible, que desde luego me fue muy útil; pero para este trabajo me interesaba más lo menos evidente, lo que se cuenta menos: las sensaciones de los personajes, sus expectativas y anhelos, sus sentimientos. Me importaba mucho que el lector pudiera adentrarse en qué pensaban y qué esperaban los protagonistas. Creo que por eso El otro mar escapa del registro histórico habitual. He querido enseñar algo más.

-Pero al focalizar la historia en los personajes, inevitablemente ha tenido que echar mano de la ficción, por no decir de la especulación. ¿Alguna vez, durante el proceso, ha tenido que frenarse un tanto para evitar que el resultado pareciese irreal?

-Sí, eso es cierto, a veces tenía que templarme y amarrarme un poco para no terminar haciendo algo febril. Sin embargo, en todo momento ha prevalecido mi intención de hacer una obra histórica distinta a lo habitual. Más que por hacer algo más o menos verosímil, me he preocupado por no hacer un cómic en el que aparecieran el conquistador monstruoso y malvado, la pobre indígena indefensa y todos los estereotipos que abundan al respecto. Al mismo tiempo, tampoco he querido evitar una crítica a la conquista y los aspectos más oscuros de la historia. Y si tienes personajes humanos, reales, bien construidos, ya tienes mucho ganado en este sentido.

-¿Es muy distinto contar la historia de Núñez de Balboa y la de, pongamos, James Joyce?

-En el fondo, los mecanismos que uno sigue para contar la vida de alguien son siempre los mismos. Fíjate que cuando hice Dublinés me interesó todo lo que había hecho y vivido Joyce, pero también todo lo que pudo haber deseado, las veces en que pudo haberse sentido frustrado o reconocido, así que una parte importante de este libro también está vinculada a la imaginación. Es verdad que Joyce me resultaba más cercano, su visión del mundo es seguro más próxima a la mía que la de Núñez de Balboa. Pero, al mismo tiempo, también me resultó complicado indagar en sus posibles pensamientos, fundamentalmente porque Joyce era una persona muy distinta a mí.

-De Dublinés sorprendió, especialmente, la profusión de detalles sobre Joyce y su tiempo. ¿Es el cómic un lenguaje tan válido como el cine o la literatura para ahondar en una determinada figura, con igual precisión?

-Mis libros siempre tienen un componente histórico, porque la Historia me gusta especialmente. Y sí, a la hora de hacer Dublinés me esforcé mucho en los detalles. Quería que si alguien aparecía en una viñeta leyendo un periódico o bebiendo una copa de vino, el lector encontrara un periódico o un vino propio de ese tiempo y de ese sitio. Hay todo un proceso de puesta en escena muy similar al que se lleva a cabo cuando se hace una película, y esto es algo que ayuda al lector a asimilar lo que le estás contando, por más que la mayoría de las veces, por una mera cuestión de atención en relación al tiempo que se tarda de media en leer una página de cómic, el lector ni siquiera se percate. Pero, sobre lo que preguntabas, creo, por una parte, que el cómic sí puede alcanzar un nivel de exigencia biográfica similar al de un libro o una película; y, por otra, que constituye una plataforma ideal desde la que, quien esté interesado, puede seguir profundizando con otro material. La función de primer escalón del cómic en cuanto a divulgación es muy importante.

-¿Cómo se ve la situación de la industria del cómic en España desde Angoulême?

-Trabajando aquí he tenido la oportunidad de conocer bien el sector francés del cómic, que tiene por una parte una industria muy poderosa y por otra un movimiento más underground, centrado sobre todo en la novela gráfica, también muy potente. En España falta por desarrollar la pata de la industria, que ya llegará, pero el sector alternativo funciona muy bien. Un aspecto que me parece muy interesante es que, poco a poco, el cómic está saliendo de su propio mundo, que hasta no hace mucho era muy específico, muy cerrado, y está llegando a otros territorios. En lo que llevamos de año, por ejemplo, no me han invitado a festivales ni salones de cómic, pero sí a un montón de encuentros con lectores, talleres y otras muchas actividades en centros culturales donde no se habla sólo de cómic, sino de todo, desde cine a literatura. Sería bueno, eso sí, que se incrementaran las ventas, porque hay gente de mucho talento trabajando en esto que necesita y merece más visibilidad. Hoy por hoy, necesitamos más lectores.

-Sin embargo, cada vez más editoriales literarias abren colecciones de novela gráfica para ampliar sus públicos. ¿Es el cómic una herramienta eficaz para ganar lectores de literatura?

-Hay algunas experiencias interesantes. Además de las estrategias editoriales que comentas, muchos grandes centros comerciales dedican cada vez más espacios a la novela gráfica, de la que se habla también cada vez más. Creo que a estas editoriales literarias les interesa el cómic porque es un buen aliado de los libros y porque, además, resiste mejor el ataque de la piratería, que en España está siendo especialmente doloroso.

-¿Le espera otra vida notable después de Núñez de Balboa?

-No, me apetece cambiar de registro. No quiero encasillarme como biógrafo. Mi siguiente libro tendrá también un contenido histórico importante, pero habrá muchos personajes, todos ellos anónimos. Eso sí, el procedimiento para construirlos es siempre el mismo. Hay que hacerlos parecer humanos.

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