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Cultura

La fresca realidad de lo figurativo

La pintura figurativa está llena de imágenes que, a fuerza de inmediatez, de protagonizar relatos excesivamente parecidos, de formular una epidérmica manifestación de representaciones de lo concreto, han llegado a aburrir por un descarado adocenamiento de acciones. Casi todo se parece a todo y, tanto exceso en eso de relatar la realidad, ha dado como resultado un abrumador desapego hacia esa pintura literal que agota y desespera. Por eso, cuando a la figuración se le imprime un nuevo carácter, distinto y renovador, se le dota de un atractivo especial que se agradece infinitamente en este universo de medianías.

Carmen Guerrero y Juan Carlos Crespo, autores ellos de una pintura figurativa de infinitos y límpidos horizontes, han sabido rodearse en su Taller de Grabado de Chiclana de una serie de pintores figurativos que se apartan de ese adocenamiento al uso y que disponen de un ideario estético donde lo real adopta una dimensión distinta dentro de su sistema representativo basado en los postulados estrictos de lo concreto pero con unos desenlaces interpretativos absolutamente diferentes.

Pedro Líndez es un joven pintor jiennense de Ubeda, con su carrera de Bellas Artes recién terminada en la Facultad de Sevilla, que ha entrado con fuerza en los circuitos artísticos profesionales, obteniendo varios reconocimiento de cierta entidad y dejando constancia de la poderosa manifestación formal que imprime a sus obras, tanto en pinturas, como en esculturas y en piezas seriadas.

La exposición que podemos encontrar en La Bodega chiclanera nos conduce por una curiosa pintura figurativa protagonizada por una galga a la que el autor le concede suma potestad artística. El joven artista se despega absolutamente de lo que es la ilustración desapasionada de la realidad para encontrar acomodo en una nueva dimensión representativa o en los esquemas definidos desde una visión no sujeta a restricciones concretas ni a estrictos parámetros de absoluta semejanza. Con muy buenos argumentos plásticos dominando las gamas cromáticas cuando es pintura y disponiéndolas en una acertada estructura compositiva y con un dibujo elegante, dominador y determinante cuando se trata de otra vertiente representativa, el joven pintor de Úbeda plantea la escena con una contundencia plástica absoluta, expresiva, sin restricciones, dotando a esa particular figura de una estructura pictórica llena de intensidad creativa, entusiasmo artístico y carácter estético. Lo que se traduce en una ambientación llena, en primer lugar, de curiosidad y, más tarde, de todos los valores que intervienen en una escenografía emocionante, con la realidad desentrañando episodios muy distintos de lo que es lo habitual en los adocenados planteamientos al uso.

La galga de Pedro Líndez, en solitario o en grupo, contribuye a que la pintura figurativa asuma una nueva identidad, que deje al margen estrecheces significativas en fondo y forma y que nos haga transitar por las emotivas sendas de un interés, perdido por el abuso inconsciente de una concreción demasiado repetida y burdamente acondicionada desde el continente y, también, desde el contenido.

La obra de Pedro Líndez aporta frescura a una pintura demasiado condicionada por intereses espurios. En su trabajo existe sencillez, el autor no se amilana por la inmediatez del motivo representado; todo lo contrario, le otorga suficiencia plástica, solvencia pictórica y trascendencia artística. Ha sido, en definitiva, un emotivo encuentro con un artista joven al que hay que seguir y al que se le reconoce muchas buenas circunstancias para creer que su obra está muy en el camino acertado.

Taller de Grabado LA BODEGA CHICLANA

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