Los desarrollos y desenlaces de la ferias de arte, salvo muy honrosas excepciones, no cumplieron totalmente los objetivos que se planteaban. Existieron muchos factores no excesivamente afortunados que incidieron en los pobres resultados. ARTSEVILLA, con muy buen criterio, cambió la anterior filosofía y para esta edición ha organizado una importante exposición, con la Bauhaus como especialísima protagonista.
Se trata de una muestra, amplia, en fondo y forma; en cantidad y en calidad y con el claro posicionamiento de rendir homenaje a aquel trascendente estamento artístico creado en la ciudad de Weimar, en 1919, poco tiempo después de la Primera Guerra Mundial y que fue el germen, además, de una realidad alemana nueva, tras el gravísimo conflicto bélico. Aquella escuela de artes, que empezó dirigiendo Walter Gropius, se inspiró en el movimiento inglés Arts and Crafts y, hasta que los nazis acabó con ella, fue una entidad entusiasta donde se puso en marcha un sistema educativo en torno a lo artístico que generó mucha ilusión y donde ejercieron su maestría los más importantes artistas del momento: Kandinsky, Paul Klee, el neoplasticista Theo Van Doesburg, que fue uno de sus hitos estéticos más importantes y, por último, Mies van der Rohe, que cambió la sede desde Weimar a Dessau, hasta que, en 1933, con el agobio mortal de los seguidores de Hitler considerando que se trataba de una escuela nefasta, motivadores de un arte decadente y subversivo, acabó echando su cierre definitivo. Fue un ente artístico que renovó las conciencias creativas de una Europa inmersa en las vanguardias, consiguiendo una realidad artística que, más tarde, serviría para asentar una estética con nuevos postulados
La exposición de la Casa de la Provincia en Sevilla, totalmente acertada y llena de sentido, está comisariada por Noelia Arrincón Castilla y pretende –y lo consigue– plantear mucho del sentido de la Bauhaus. Se nota una conciencia festiva, como ocurría entonces en torno a un arte patrocinador de un espíritu gozoso; hay una conjunción perfecta entre los veteranos y los más jóvenes. La presencia sempiterna de Miguel Pérez Aguilera –con dos obras de 1973 y 1989 , respectivamente– es todo un acierto, toda vez que don Miguel fue un profesor determinante que, desde la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla, abrió caminos, motivó intenciones y propició realidades a un grandísimo número de alumnos, algunos presentes en la muestra. Junto a la obra decisiva de Pérez Aguilera, el trabajo de más de cuarenta artistas que plantean las muchas maneras que tomaron forma en la Bauhaus y que hoy son norma habitual en un arte contemporáneo abierto, dispar, poliédrico y sin excesos coercitivos.
Pintura, dibujos, diseños, escultura, maquetas, fotografías... un desarrollo expositivo de muy amplia naturaleza que sirve para recrear una momento único que, tal como está, hoy, la profesión artística, se echa bastante de menos. Entre los artistas presentes, hay mucha variedad creativa; incluso, muchos dientes de sierra en cuanto al interés artístico. Cosa que es, absolutamente, lógica en una muestra tan extensa. Sin embargo, se trata de una exposición muy esclarecedora que nos vuelve a convencer que el arte es, siempre, un fiesta.
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