Concierto

Un cálido norte para abrigar al sur

  • Sofía Ellar combate las bajas temperaturas en Sancti Petri con un puñado de canciones bien hechas

Un momento de la actuación.

Un momento de la actuación. / D. C.

"¿El verano oficialmente llegó no?", bromeaba en la noche del sábado la cantautora Sofía Ellar a tenor de un mes de julio mucho más gélido de lo que cabría esperar por estos lares. Decidió así la temporada estival jugar al despiste y otorgarle el privilegio a la artista de avivar el fuego de la música en Sancti Petri, en el sur del sur, en una tierra de sangre caliente envuelta por una vez en la calidez de una voz llegada del norte.

No tardó mucho el público asistente a esta cita dentro del programa del Concert Music Festival en subir la temperatura a escasos metros de la joven cantautora y su banda de cinco músicos. Desde el escenario Lounge Sancti Petri del recinto se avivó un diálogo constante entre artista y alrededor de un centenar de seguidores que buscaban el reflejo a sus historias personales en un repertorio de dos álbumes autoproducidos, que han logrado situar a su autora en una posición privilegiada en el panorama musical español. Ellar es talento de nueva forja para la música con alma que expresa con el corazón en llamas, carente de poses y rimas vacías.

Fue el segundo y más reciente de esos trabajos discográficos, Nota en do, canción que precisamente le da título, el que sirvió de punto de partida para una noche atípica en forma y contenido. Al incisivo frío atmosférico Sofía Ellar logró arrancarle una brizna de calidez mediante una verborrea incesante. "Lo siento mucho, me gusta hablar. Sois el mejor público, sois de PM", anunciaba sin cortapisas dialécticas. No lo hizo en vano.

Sofía Ellar charló durante dos horas de concierto casi como cantó, con una naturalidad arrolladora. Aunque tiró constantemente de tópicos: "En el sur nunca pueden apagarse las palmas" o "Aquí es donde hay que enrollarse porque hay gente de buen rollo", lo típico dio rápidamente paso a lo hipnótico y las sobrentendidas peculiaridades regionales quedaron en pura anécdota canción tras canción.

Un espíritu libre de esquina a esquina del escenario que a ratos se torna la desnudez melódica más absoluta con guitarra y voz, Sofía Ellar fue capaz de regular el termostato de las emociones con temas como Bulevares y deslices, Borrachos de sueño, Rock’n’rolles de chiquillos, El rayo verde -que iba para descarte de su primer largo, Seis peniques-, Segundas partes entre suicidas, Cenas que acaban en juerga, Hoy que somos locos, Verano con lima, Con la "M" o Mundos…?, todas formando parte de un diario muy personal que al calor de esa audiencia entregada se abrió de par en par desde la cercanía constante.

Ellar derrochó energía y se ganó al respetable siendo una más, preguntándoles cara a cara, sacándoles a bailar, bromeando y riéndose de sí misma. "No sé si os habéis dado cuenta pero casi me caigo al entrar. Pero con clase, a lo Beyoncé. De esto podemos hacer un meme", contaba ante ese pequeño percance fruto del directo más visceral. Lenguaje millennial para envolver un espectáculo ardiente de melodías con factura impecable, artesana, de siempre. Temas muy bien hechos, perfectos para un color de voz que transita entre la delicadeza de Zahara y la dulzura de Amaia Montero pero con peso único, con fuego y mucha verdad.

Artista de contrastes, ya sea para "mandar a la mierda" a un ex o para homenajear a su madre Ana -el momento de mayor intensidad de la noche-, "mi primer filtro para saber si las canciones van a funcionar", la emoción es el termómetro del éxito de Sofía Ellar, una rara avis. Independiente pero con creciente tirón de masas a base de carretera y manta, la cantautora busca un merecido hueco entre las canciones de poca monta, el fraseo facilón y el burdo vocabulario vendido como transgresión generacional que abundan en las listas de ventas.

Sofía Ellar trajo a Cádiz un poco de sur sentimental sin perder el norte de la música. "Cada canción es un amor escrito", confesaba. Sellado quedó ese idilio con la audiencia en Sancti Petri en la noche más fría del verano ardiente de la música.

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