Aaron Thomas es uno de esos artistas que parecen sacados de una novela postmoderna a lo Paul Auster. La inquietud y el destino lo han arrastrado por medio mundo hasta recalar en nuestro país, donde comienza a hacerse con un hueco en la escena independiente gracias a dos discos llenos de buenos momentos.

Nació en la Isla de Tasmania, en Australia, y empezó a tocar la guitarra y a componer a los nueve años, influenciado sin duda por su padre, que era guitarrista; y por su padrastro, que era un músico célebre allá en nuestras antípodas.

A los dieciocho años decidió abandonar Australia para conocer mundo y se instaló en Ucrania, donde se ganó la vida como boxeador durante dos años; luego viajó a los EEUU, entrando en contacto con músicos independientes de Los Ángeles. Finalmente, hace unos años decidió afincarse en Madrid, donde desarrolla actualmente su labor como compositor e intérprete.

Lo que más destaca de este fabuloso trotamundos es su voz, a medio camino entre sus admirados Edith Piaf y Jeff Buckley (sí, han leído bien. Aaron Thomas canta como los ángeles); aunque también hay que reconocer su pasmosa capacidad para componer melodías pop de corte íntimo.

Grabó Follow The Elephants (Everlasting Records, 2008), su primer disco, en Madrid, bajo la supervisión del productor y compositor jerezano Julio de la Rosa. Sus baladas llenas de giros al estilo The Beatles llamaron la atención del mundillo indie, que corrió a encontrar en el australiano un nuevo icono.

Un año después presentó su segundo trabajo, Made Of Wood (Everlasting Records, 2009), esta vez bajo el amparo de una producción más ostentosa y cuidada: fue grabado a caballo entre Madrid y Reykjavic, donde se encargó de redondearlo nada más y nada menos que Valgeir Sigurdsson (Björk o Bonnie Prince Billy); y fue masterizado en Nashville.

Cuentan que su directo, ya sea con banda o en solitario, es cautivador, gracias en gran medida a esa prodigiosa voz que en Made Of Wood se acerca a los registros de Radiohead.