Arte

La cruda realidad de lo cotidiano

  • La artista sanluqueña Vanesa Cintas presenta en Granada 'El ataque de lo doméstico', una exposición que nace del drama de la violencia machista

Una de las obras de Vanesa Cintas.

Una de las obras de Vanesa Cintas.

Con la sociedad encogida, día a día, por las descarnadas imágenes que producen los acontecimientos, extremadamente violentos, que ocurren en nuestros hogares, achacables a infinidad de circunstancias, todas protagonizadas por una humanidad en claro proceso de descomposición racional y asunción de los instintos animales más exagerados, la expresión artística no podía ser mera espectadora de tan abominable situación. Mínimos diseños para anuncios, pobre cartelería y poco más es demasiada corta aportación de lo artístico a tan significativo hecho. Encontramos en este sentido un muy buen proyecto expositivo en la muestra "El ataque de lo doméstico" que Vanesa Cintas presenta en la Facultad de Bellas Artes de Granada.

Con los más amplios registros artísticos, dibujo, pintura, fotografía, instalación y videocración, la joven artista granadina nos ofrece una apasionada reflexión sobre la violencia que acecha a las mujeres, incluso, a las niñas, y que en, la mayoría de las veces, no son si no desarrollos de esa realidad social que, históricamente, ha organizado la existencia y la propia vida en un claro y determinante poder dominador del hombre sobre la mujer.

Vanesa Cintas nació en Sanlúcar de Barrameda. Es licenciada y doctora en Bellas Artes por la Universidad de Granada; miembro del Grupo de Investigación HUM425 de dicha Universidad. Ha sido profesora en la Facultad de Bellas Artes de Málaga y es una de nuestras artistas con más carácter artístico. Lleva tiempo estudiando tan complejo tema, que fue el centro impulsor de su trabajo de doctorado - o como se llame ahora -. La autora se implica de lleno en el asunto y plantea artísticamente una problemática cruda y llena de espinosos vértices. Plásticamente la exposición se genera desde diferentes registros, positivando esquemas que narran, que invitan a la participación externa y cómplice del espectador, que fundamentan artísticamente posiciones tradicionales; siempre con el objetivo definido contundentemente para positivar un relato descarado de esa historia inmediata de la violencia. El escenario donde la autora sitúa sus acciones es, asimismo, toda una declaración de intenciones que desarrolla la clara teoría de que la violencia de género tiene su centro generador en el propio hogar, en la intimidad de una familia dominada ancestralmente por un personaje masculino al que históricamente se le ha concedido el papel predominante, dominador, "macho" poderoso, jefe patriarcal al que se le debe toda la obediencia y el que puede decidir y, por consiguiente, castigar según sus ideas. Ese espacio íntimo, alejado de las miradas, promueve hechos que pasan desapercibidos para los vecinos - de ahí que cuando ocurre un acto sangriento, los propios ciudadanos que viven cerca a donde ha ocurrido la tragedia, manifiestan incrédulos, que el autor era una persona de lo más "normal" -.

La exposición nos conduce por algunas de esas manifestaciones violentas, crueles y tantas veces sangrientas y trágicas que ocurren, todavía, en muchos hogares, por mucha información y relevancia que se le otorga a tal circunstancia.

Además de la contundencia conceptual que promueve la exposición, ésta nos sitúa ante una artista completa, que pinta magníficamente de forma tradicional, que tiene un dibujo elegante y patrocinador de justas líneas representativas, que domina las estructuras del color, que posee una sentido acertado de lo performativo, que sabe relatarnos la visión textual de una acción fílmica y que se adentra, con precisión y amplia dimensión artística, por los complejos espacios de la fotografía. Todo esto sirve para encontrarnos con una exposición que desprende sapiencia, que no necesita un libro de instrucciones para asimilar sus conceptos y que desarrolla un arte nuevo, muy nuevo, pero sin esos desajustes entre el concepto y su expresión que tanto abunda en la creación contemporánea y que lleva a que muchos espectadores den la espalda a tan complejas manifestaciones y exista una clara deserción hacia la plástica más actual.

De nuevo, la Facultad de Bellas Artes de Granada apuesta por un arte nuevo, comprometido, lleno de intensidad creativa, con los gestos exactos para que el contenido y el continente unifiquen sus posturas y produzcan una unidad significativa de fácil asimilación y provocadora de las más amplias sensaciones y emociones.

La exposición de Vanesa Cintas no deja indiferente por la contundencia de sus argumentos conceptuales; unos descarnados postulados sociales que nos hacen transitar por esa dura y, a veces, trágica realidad que sucede en nuestra sociedad a causa de la intransigencia de algunos que, todavía, mantienen inalterables muchas de aquellas posiciones heredadas en las que el factor masculino se sentía en posesión de privilegios inamovibles que, en extremas circunstancias, eclosionaban en gestos de básica animalidad. Una muestra sabia en fondo y forma, a veces descarnada, que emite los sucesos transgresores de una sociedad muy en decadencia.

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