Actuar según ‘Los tigres’
Bárbara Lennie y Antonio de la Torre, ahora en los cines con la nueva película de Alberto Rodríguez, reflexionan en esta charla sobre los peligros, los falsos mitos y las verdades del oficio al que se dedican.
‘Los tigres’: Sandokán en el litoral de Huelva
Hubo un momento en el que Bárbara Lennie (Madrid, 1984) tuvo el don de la ubicuidad y se desdobló en varias mujeres: fue una periodista que arrinconaba a un político corrupto, Antonio de la Torre, en El reino, de Sorogoyen; una de las vecinas de la pequeña comunidad sacudida por un secuestro en Todos los saben, el largometraje que el iraní Asghar Farhadi rodó en España; una huérfana que creía haber encontrado a un padre en Petra, de Jaime Rosales, y una hija abandonada que se reencontraba con su madre, Susi Sánchez, en La enfermedad del domingo, de Ramón Salazar. Todos eran proyectos “importantes, que demandaban mucho”, historias humanas que atravesaba con la emoción a flor de piel, y la actriz empezó a entender que su entrega a la profesión la estaba conduciendo al colapso. “Ahí peté”, confiesa. “Desde entonces [esa crisis se remonta al año 2018] me he tomado el trabajo con otra calma”, admite Lennie en la promoción de Los tigres, el thriller dirigido por Alberto Rodríguez que protagoniza junto a Antonio de la Torre y que ya puede verse en los cines.
La ganadora del Goya por Magical Girl se ha embarcado en una compleja producción ambientada en el mundo del buceo industrial, pero Lennie encara ahora las cosas con otra actitud. “Este es un oficio que quiero mucho, que amo y respeto. Si no parto de ahí, me pregunto para qué lo hago”, reflexiona, pero hoy, ayudada también por una reciente maternidad, la intérprete ha aprendido a conjugar cine y vida. “Cuando tengo esos márgenes me vuelvo a enamorar, me vuelvo a poner nerviosa, me vuelve a apetecer estar horas y horas en un rodaje”, añade sobre una vocación que ahora abraza en su parte más “lúdica” y “conociendo mis límites, algo que es muy saludable”.
“Hubo un momento de mi carrera en el que peté. Hoy me tomo el trabajo con otra calma”, cuenta Lennie
Antonio de la Torre (Málaga, 1968), el hermano de Lennie en la ficción, encarna en Los tigres a un buzo con el coraje para ser un héroe bajo el agua, que sin embargo zozobra cuando pisa la superficie y tiene que lidiar con sus emociones. El malagueño asume que la labor interpretativa es “absorbente, una forma de vida”, pero él rechaza haberse quedado atrapado en las profundidades. “Yo reivindico que tú puedes ser, yo que sé, el conde Drácula rodando, y luego irte a tu casa y ser una persona absolutamente normal”, expone el actor más nominado en la historia de los Goya –en 15 ocasiones– y distinguido por Azuloscurocasinegro y El reino. Un profesional que se percibe como un artesano y que rechaza esa mitología propensa a la hipérbole que rodea al gremio: “Yo es que cuando oigo ‘los actores sois...’ me echo a temblar, porque a continuación viene un tópico que, generalmente, nunca es positivo”, asegura. Lennie, por su parte, sí reconoce que alguna vez se ha perdido en la ficción, “un lugar donde las cosas tienen sentido, donde puedes ser más libre que en la vida, un refugio en el que escapas de lo arduo del día a día”.
De la Torre revela que en el set es “cabezón”, y que llegó a Alberto Rodríguez con una propuesta que no casaba con lo que quería el director. “Yo evitaba convertirme en Antonio de la Torre haciendo de Antonio de la Torre, y planteaba mi personaje como alguien más de pueblo, alguien que te encuentras en los bares de pescadores, con su acento, lo que me había funcionado en La trinchera infinita”, recuerda. “Pero ellos [Rodríguez y el coguionista Rafael Cobos] concebían a estos hermanos como ciudadanos del mundo, que han buceado por aquí y por allá y que han leído a Salgari. Antonio y Estrella están en ese lugar, en Huelva, pero no son de ese lugar, en realidad no son de ningún lado”, continúa, antes de hilar una tesis sobre el proceso creativo. “Al final, un rodaje es como todos los curros un tira y afloja: yo te llevo por aquí, tú quieres esto otro, y si hay buena fe por las dos partes terminas empatando y remando a favor del resultado”.
“Cuando oigo a alguien decir ‘Es que los actores sois...’ yo tiemblo. Después viene un tópico”, dice Antonio de la Torre
El libreto dispone a Lennie y De la Torre los papeles de dos hermanos que se tienen el uno al otro en una relación, sin embargo, marcada por la incomunicación, por la falta de escucha al otro. “Comparten trabajo y también comparten casa, están muy juntos pero al mismo tiempo muy solos, no vemos que tengan muchos amigos. Son personajes muy fronterizos, muy en el límite: de lo moral, de lo económico, de lo emocional”, analiza Lennie, consciente de que es “raro el vínculo que tienes que crear con alguien ante una cámara. De repente tú y tu compañero tenéis que interpretar a un matrimonio que lleva diez años, o como aquí a dos hermanos. En Los tigres la complejidad del rodaje nos unió. Y aunque Alberto sea un virtuoso en lo técnico, escribe sus películas y las siente de forma muy personal. El trabajo con los actores es una prolongación de eso”.
En la conversación asoma una pregunta: si la edad ofrece más matices a un intérprete. De la Torre, que en Los tigres o en la anterior Los destellos muestra una mayor vulnerabilidad que en otros papeles, sabe que sumar años “es algo inevitable. Pero si eres capaz de entender la vida y asumir tus limitaciones, eso te hará mejor actor. Aunque eso no sea un peaje fácil: yo hacía de enfermo en Los destellos, y tenía a alguien enfermo a mi alrededor, y eso me creó un dilema moral, aunque acabé aceptando y entendiendo que interpretar es precisamente eso: contar lo que nos pasa”.
Lennie y De la Torre aparecerán en dos de las películas más esperadas de 2026: la primera protagoniza Amarga navidad, el regreso de Almodóvar, y el segundo colabora en La bola negra, en la que Javier Ambrossi y Javier Calvo, los Javis, han reclutado hasta a la sublime Glenn Close. Los hermanos de Los tigres no pueden anticipar mucho de sus próximas aventuras: De la Torre ha comprobado en sus dos sesiones de rodaje que los Javis son “grandísimos directores”; Lennie ha podido confirmar que, pese a la exigencia que supone ponerse a las órdenes del manchego, “estoy en un momento lúdico: he disfrutado mucho la experiencia”.
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