Cultura

Virginia Woolf, de las sombras al color

"Siempre me ha gustado leer, redactar críticas, pero para mí lo más necesario (y destructor) es el arduo trabajo de escribir, transformar vida y frustraciones en recuerdos, en palabras". Es Virginia Woolf quien habla y explica su tensión ante el manuscrito en blanco sin imaginarse ni anticipar el éxito que meses después obtendría su tercera novela, El cuarto de Jacob. La feminista que daba clases nocturnas a las obreras del Morley College y a la que siempre le gustó el olor de la tinta y la pluma sobre el papel, la niña que llevaba un diario junto a sus hermanos y la mujer que cambió para siempre el rumbo de las letras inglesas ocupan el libro Virginia Woolf, primer intento de verter en viñetas una existencia generosa en aproximaciones biográficas (como la que redactó su sobrino Quentin Bell, hijo de su amada hermana Vanessa, editada en España por Lumen), cinematográficas y televisivas.

La escritora Michèle Gazier y el dibujante Bernard Ciccolini unen su admiración por la autora en este álbum que tiene mucho de homenaje a una vida entregada a la literatura. El esfuerzo por iluminar a Virginia, por mostrarla divertida, contradictoria, ocurrente, amante de los disfraces, sensual y terca, glotona incluso, es notorio. Los creadores del cómic estaban hartos de que la imagen de la escritora hundiéndose en el río Ouse con su abrigo lleno de piedras en la primavera de 1941 oscureciera todos sus perfiles. Y se han documentado a fondo, han releído su obra de ficción tanto como su epistolario, sus ensayos y las citas que le dedicaron sus compañeros del grupo de Bloomsbury para componer esta biografía lineal.

Con dibujos cargados de detalles históricos y guiños literarios que los fanáticos de Orlando, Las olas o La señora Dalloway conocen bien, esta obra reaviva el culto por una intelectual infatigable en su defensa de la independencia económica de la mujer y las conquistas laborales.

Aquí ponemos imágenes, verdes y azules para la infancia feliz en St. Ives o las escapadas a Borgoña con su amante Vita Sackville-West, ocres y grises para el ascenso del nazismo y los bombardeos sobre Inglaterra, a una existencia ensanchada por las propias contradicciones. Ver a esta maestra del lenguaje rechazar por "grosero, inculto, vulgar" el manuscrito del Ulysses de Joyce y publicar en cambio a Eliot, Freud y Katherine Mansfield nos descoloca e interroga sobre el oficio de editor.

Como también ocurriera en el premiado cómic Dublinés, de Alfonso Zapico, Gazier y Ciccolini acercan el foco con gran elegancia a la vida íntima de su protagonista. No se omite el acoso al que la sometió su hermano George ni la multiplicación de experiencias homosexuales en su círculo artístico, su percepción de que las mujeres le resultan más inspiradoras que los hombres o su valoración de los asuntos de cama con su marido, Leonard Woolf, "muy sosos comparados con la exaltación de la lectura y nuestras conversaciones literarias". La fundación de Hogarth Press, el amor a los animales, su amistad con la sufragista Ethel Smyth, Virginia ebria de felicidad porque vuelve a recorrer las calles de Londres o divirtiéndose mientras escribe Flush, una biografía de la poeta victoriana Elizabeth Barret Browning contada por su perro, ejemplifican el empeño de los autores por sacar a la Woolf del légamo de su tristeza. Que la editorial Impedimenta haya adquirido los derechos de este trabajo, que apareció en Francia en el sello Naïve, vuelve a demostrar que Enrique Redel y Pilar Adón comparten un envidiable buen gusto.

Michèle Gazier, Bernard Ciccolini. Traducción de Olalla García. Impedimenta. Madrid, 2012. 96 páginas. 19,80 euros

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