EL Teatro Romano de Cádiz lleva casi cuatro años cerrado. La construcción que Balbo el Menor ordenó construir en su Gades natal, como muestra del poderío que la ciudad alcanzó en la Roma más imperial, seguramente acogió las representaciones propias de la época, fábulas, tragedias y comedias. Igual su escena y sus gradas guardan más de un secreto. De momento, en la actualidad, el teatro parece estar viviendo su particular tragedia.

El teatro, ciertamente, se cerró para mejorar. Lo hizo allá por 2010, en junio, apenas unos meses después de comenzar las obras de consolidación del edificio y su subsuelo y con el Centro de Interpretación en el horizonte. El plan, ambicioso, consistía en ofrecer un Teatro más completo, con una mejor perspectiva, en estudiar a fondo cómo eran sus alrededores en aquella época y en construir un centro en el que todo el mundo pudiera entender cómo era aquel Gades tan esplendoroso.

En principio, la verdad, no se dio una fecha de finalización de unas obras que en algunos puntos se presentaban complejas. Pero más tarde, cuando se fue acercando la celebración del Bicentenario, las autoridades autonómicas vieron posible que el Teatro reabriera sus puertas para esa fecha, cuando se esperaba una considerable cantidad de visitantes.

Pero no. Al Teatro Romano, como si fuera el circo, le crecieron los enanos en forma de problemas económicos en la empresa adjudicataria, complejidad en las labores de consolidación tal y como fueron ambiciosamente concebidas y presupuestos que han tenido que ser corregidos, como el del Centro de Interpretación, para adaptarse a la crisis.

Todo este cúmulo de circunstancias, muchas de ellas achacables a la gestión institucional y las menos a la mala suerte, convierten en tragedia cultural y turística para la ciudad este prolongado cierre. Es de esperar que la apertura no se deje para cuando lleguen adcalendas graecas.