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Cultura

Toda una vida en el arrastre de los toros de la plaza de El Puerto

  • Aniceto Perdiguero, enlazador en el espléndido tiro de mulas de la Plaza Real, se retira tras casi cuarenta años en una labor que inició cuando Galloso era novillero

Aniceto Perdiguero trabaja en el tiro de mulillas desde que empezó Galloso: "yo iba a verlo en todas partes en el autobús número uno, como mi torero. Un día fuí a verlo a la Maestranza y entre chicuelina y chicuelina cabía una chicotá de la Esperanza de Triana. Mecía el capote con el mecido de la Estrella cruzando el puente de Triana. Ese día me entró una cosa por dentro y me dio la ilusión de hacer el paseíllo con mi torero".

Aquel gallosista gustaba de ver llegar a las cuadrillas a la Plaza Real: "un día faltaron dos hombres del tiro de mulas, me miró Pacurri y me dijo que si quería ser mulillero. Le dije que sí, pero que mi ilusión era hacer el paseíllo y me dijo que sí". El día del debut de Aniceto con la guayabera blanca, la calzona azul, faja grana y el pañuelo encarnado a la cabeza, toreaba Galloso. Años después Fernando Gago, cuando el Rey estrenó el palco real, le cambió a los mulilleros la sufrida calzona añil por un pantalón blanco.

Aniceto resplandecía cuando llegó Galloso con su cuadrilla: "al salir de la capilla me dice González Sabio que qué hacía yo allí. Le dije que hacer el paseíllo con Galloso. Me pidió que le aguantara la montera y el capotillo porque iba a liar al maestro para el desfile de cuadrillas, y allí me vi yo en la puerta de cuadrillas con el capote de paseo y la montera... Se cumplió mi ilusión, y hasta hoy".

Este año lo hemos echado de menos: "He estado muy malo, con varicela. Treinta y seis días en el hospital. Menos mal que estaban los doctores Pedro Ramírez y Pilar Torres a los que les debo toda mi gratitud, admiración y respeto. Y ya me he retirado".

Este año ha visto a su torero desde la barrera, sin más responsabilidad que disfrutar: "En el toro todo es complicado y para los mulilleros también, y más si eres de un tiro de tanto renombre como el del Puerto. Además de que, quieras que no, tratas con bestias, estás además en el punto de mira del presidente, delegado, alguacilillo, matador, apoderado y de los miles de aficionados".

Siempre ha sido enlazador y tiene un ayudante para levantar la cabeza al toro mientras le echa el lazo: "Una responsabilidad grande porque si lo haces rápido se quejan los toreros y si lo haces lento el matador. En El Puerto las mulillas tiene que llegar mucho al toro porque se enlaza en corto, hay que cuidar de que ninguna mula embarque una pata y enlazar bien y a su tiempo. Un toro con la cabeza doblada, haciendo un surco en el albero con un pitón o el hocico, está muy feo".

Nunca ha habido un ruido, salvo una vez que se enfadó Emilio Fernández, de la cuadrilla de Jesulín, o el año pasado cuando el presidente Rafael Sestelo propuso a los mulilleros para sanción: "decía que habíamos tardado mucho con el toro de Manzanares y que por eso tuvo que dar la segunda oreja. Se quedó en nada porque cuando se da la primera ya no nos podemos mover hasta que termina el alguacilillo, que es el que tiene que cortarla". Y es que dice Aniceto que cuando el toro ha sido bueno hay mucha gente alrededor, pero cuando la cosa no ha ido bien, no hay nadie.

Cuenta Aniceto que los mulos nuevos siempre se ponen enmedio, para que estén arropados y se van poniendo primero en las novilladas: "las bestias en cuanto sienten que está engachado el toro, quieren arrancar". Como enlazador, nunca corre las mulillas con la tralla, aunque es tradición en el tiro de El Puerto que el último toro de la temporada lo corran los mulilleros más veteranos: "Este año me hubiera gustado"

Ahora Perdiguero ve los toros desde el tendido, oye con nostalgia el alegre cascabeleo de los arreos y los trallazos. Ya se arrastró su último toro: ¡buen trabajo!

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