La compañía gaditana de La Tía Norica ha triunfado en Finlandia. Hasta el país nórdico se marchó el grupo de títeres para poner en escena El retablo de Maese Pedro, su persona adaptación de la obra de Manuel de Falla que logró el respaldo de la crítica especializada en un espectáculo dirigido por José Luis López Aranda, en el apartado musical, y Pepe Bablé, en el teatral, que contó con la participación de la orquesta Tapiola Sinfonietta y de los cantantes Riika Rantanen (mezzosoprano), Pedro Miguel Calvo Durán (tenor) y Juka Kotilainen (barítono).

El reconocimiento a la actuación del grupo gaditano se plasmó en la crítica publicada en el periódico Helsingin Sanomat y firmada por el crítico Hannu-Ilari Lampila. En ella, según la traducción facilitada por Alfonso Padilla, se destaca el montaje presentado por la compañía gaditana, la música de Falla y el "talento" del director López Aranda.

Bajo el título "Don Quijote se alborota en un antiguo teatro de títeres", el periódico destaca que los manipuladores de los títeres de La Tía Norica se muestran en el escenario de cara al público, algo que sitúa "en la tradición titiritesca de Cádiz". Y abunda el crítico Lampila: "Don Quijote nos demuestra que la ilusión del teatro nace en la cabeza de quien tenga algo suficiente de niño, incluso cuando toda la técnica del teatro de títeres se muestra desnuda ante los ojos del público. Es justamente de lo que se trata en esta puesta (en escena). Es divertido seguir la confusión que consigue Don Quijote con su alboroto y delirio dentro del personal del teatro de títeres".

"La música de la ópera para títeres -continúa el texto- es una mezcla deliciosa del estilo propio de Falla, con sus leves toques de danzas españolas, con la música profana española y ecos de la música litúrgica del siglo XVI, del impresionismo y de la ópera del siglo XIX. El director de orquesta gaditano José Luis López Aranda tiene el talento para unir estos diversos estilos en una totalidad brillante, y rítmicamente flexible".

La anécdota llega con la confesión del crítico de que, sentado en la fila 16 de un teatro lleno, tuvo que usar prismáticos para "diferenciar los finos rasgos de los títeres".