Cultura

Tarde de ingenio y embustes con los guardianes del 'ánge' atemporal

  • El periodista Fernando Pérez Monguió presentó su libro 'El duende de Cádiz'

No cabía un alma en la sala de las velas de mentira, "en la trastienda de Mundo Lámpara", que diría El Libi, justo antes de la carcajada general. Dentro del Salón Regio del Palacio Provincial llovían risas, fuera caía la mundial. Un día oscuro el de ayer, sí, pero sorprendentemente iluminado por el ingenio que viaja a la velocidad de la luz. El duende de Cádiz. Conversaciones gaditanas. Disparate, surrealismo, el arma del superviviente. De los supervivientes. Estuvieron seis de los siete -¡ay Chanito!- que acudieron, prestos a la llamada del periodista Fernando Pérez Monguió, que materializa en tinta y en imágenes el alma burlona del gaditano.

La gracia venció al boato que condena a las presentaciones. Los guardianes del ánge gaditano estaban allí, con las lenguas afiladas y las mentes chispeantes para enredar al auditorio en un sinfín de historias de aquí: Emilio Gutiérrez Cruz, El Libi, José Guerrero Roldán, Yuyu, Juan Luis Muñoz, El sabio de Tarifa, Manuel Cala, María Cala, Gabriel Gómez, Gabi de los Tarantos y José Ruiz Calderón, Pepe el Manteca.

Sin prisas pero sin pausa, porque como recordó el sabio de Tarifa, citando al Beni de Cádiz, "prisa, ná má, tiene que tener el camarero", Pérez Monguió, que actuó de sacapuntas del talento, lanzaba a los protagonistas la pregunta del millón: "¿Qué es el duende de Cádiz?"

Libi habló de "los dos cundis" que se han encontrado en el horno fenicio del Cómico, "y dicen que un jarrón, pero yo creo que si siguen excavando por la calle Londres encuentran el lavavajillas". Toquetazo puntero. Juan Luis tiró por el cambio climático y la imposibilidad de que Dios creara el mundo en siete días: "Los permisos del Ayuntamiento, las obras, Dios que era mayor, y además, en Dragados no hablan nada de Él". Truenos de carcajadas. El Manteca recordó "las catorce veces que hizo la comunión el Beni" y la gran coba que le dio al gobernador de Puerto Rico cuando le vendió unos zapatos de ante. Sonrisas socarronas. María Cala habló de arte, el de Lola y el de la más grande ("anda ome la más grande era la madre de Romay", Libi puro). El de los Tarantos se creció en embustes y medias verdades. El Yuyu rememoró a un duende perdido, El Peña, en aquellos tiempos cuando él vendía sus variados artículos en la plaza de las Flores "y las marías le pedían el libro de El Lute y él les decía: "no lo tengo pero llévate este que es igual".

Pérez Monguió lo consiguió. El periodista logró recrear durante la presentación de su libro el mismo espíritu espontáneo de su obra y del compacto que la acompaña que, a su vez, son la transcripción de la reunión que montó con los salvaguardas de la gracia gaditana el 13 de junio en la Venta de los Tarantos.

No cabía un alma en la sala de las velas de mentira. Estuvieron todos. El presidente de Diputación y editor del libro, Francisco González Cabaña, el prologuista, José Monforte, el fotógrafo, Joaquín Hernández Kiki, los colaboradores José Berasaluce y Daniel Aragón. Estuvo hasta el que faltó. Chano de Cádiz, una de "las siete maravillas de Cádiz", que dijo Monforte, "no el que tiene magia sino el que es magia en sí mismo", exaltaría Berasaluce, dejó un mensaje a los presentes. "Dales muchos besos a todos, pero a todos, ¿eh?, que no se te olvide nadie".

El duende de Cádiz, el lenguaje de un alma, la reflexión detrás de la puntilla, el mundo visto desde una óptica diferente.

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