Cultura

Pintura sabia y convincente

  • Barroso y Cerdá son dos pintores clásicos, convencidos de lo que hacen

Hasta Alcalá de Guadaira hemos ido en numerosas ocasiones para cubrir exposiciones y, por supuesto, para contemplar uno de los premios de pintura más significativos de cuantos existen por esta zona y auténtica referencia para muchos. En estos ambientes no podía ser difícil encontrarse con una exposición como esta que nos ocupa, con dos artistas que gozan, ya, de la absoluta madurez creativa, esa que hace plantear el arte, la pintura en este caso, como una apasionada manifestación en la que todo está realizado a conciencia, con los registros amparados en lo verdadero; artistas que acuden con los rigurosos esquemas de la pulcritud compositiva muy bien asumidos; artistas valientes, apasionados y entusiastas; porque de artistas valientes hay que adjetivar a estos dos autores que, después de luchar heroicamente en las aulas de sus institutos, donde enseñan a unos alumnos poco convencidos, son capaces de superar los muchos sinsabores que, hoy, deja la docencia, y afrontar su profesión artística con el apasionamiento que descubre su poderosísimo trabajo plástico.

A Pepe Barroso y a Rafael Cerdá les une artísticamente que son dos creadores convencidos de lo que hacen porque, además, saben cómo hacerlo. Ellos son pintores clásicos; poseedores de unos conocimientos establecidos desde una técnica determinante que debe ser asumida para saber cada uno a qué atenerse. Ellos la tienen más que aprendida; la llevan implícita en sus genes de artistas y cuando plantean sus ofertas creativas, aquella surge espontánea desarrollando la génesis de lo que deberá suponer una posterior obra, un trabajo satisfactorio y comprometido con la esencia más pura del arte.

La exposición que se presenta en Alcalá de Guadaira nos va a situar en la buena onda de dos pintores hechos, en plena conciencia artística, sabedores de lo que debe ser y de lo que no es, ahora ni nunca. Dos pintores curtidos en mil batallas, muchas complicadas, con dudas inquietantes y lógicos desajustes pero, siempre, en constante búsqueda; pero, al mismo tiempo, con guerras ganadas a fuerza de trabajo, emoción y entusiasmo, mucho entusiasmo por una pintura a la que han extraído planteamientos de suma expectación y de gran trascendencia artística.

Pepe Barroso es un pintor que, además de clásico en el estricto - en el mayor y en el mejor - sentido de la palabra nos hace participar de un poderoso trasfondo formal en su obra. Su pintura, sobresaliente en cuanto a formulación plástica y a desenlaces artísticos, profundiza en conceptos y en autores del mundo clásico. Pinta paisajes que van mucho más allá de la representación naturalista del hecho y se adentra, con una pulcritud compositiva determinante, por una teoría que tiene que ver con los planteamientos del número phi, aquel enigmático y casi divino código matemático que en el siglo XIII fue definido por Leonardo Pisano, conocido por Fibonacci y que, siglos más tarde, permitiría a Luca Pacioli crear su Divina Proporción en la que demostraría que las matemáticas están presentes en todos los códigos existentes, desde lo que la naturaleza ofrece hasta los esquemas del arte, de la música, la geografía, la astronomía, la perspectiva, la simetría y, en definitiva, la belleza. Un pintor que hace trascender lo mediato y lo inmediato de una pintura que él sigue haciendo grande y convincente.

Por su parte, Rafael Cerdá, artista cordobés de Montoro, nos sitúa en los parámetros de una pintura amplia y variada que él domina en toda sus diferentes posiciones. Para esta ocasión, la abstracción poderosa se nos hace presente en unos papeles que el artista llena de carácter pictórico. Gestualidad en la forma y racionalidad en la estructura que se traduce en el establecimiento de conscientes pinceladas, distribuidas con la exactitud del que sabe desarrollar lo que la mente ha ideado. La materia plástica juega su papel en un escenario sabiamente establecido para que todo quede suscrito a la emoción de una forma que atrapa la mirada y la envuelve de gozosa plasticidad. La obra que completa la exposición se nos aparece con una pincelada fuerte, solvente, apasionada y absolutamente determinante; la misma se provee de unas marcas cromáticas que él sabe dominar y dotarlas del adecuado sentido plástico para que provoque sus especialísimos intereses emocionales. Pintura de contundente manifestación que descubre un pintor poderoso, que acierta en los argumentos de un continente felizmente establecido y en los contenidos de un expresionismo abstracto que, dentro de su apasionamiento formal, abre las compuertas que permiten invadir los efluvios envolventes de la mejor pintura expresionista.

Comparecencia doble de dos artistas importantes, dos pintores sabios que nos hacen transitar por los caminos de una pintura imperecedera, transmisora de todo cuanto ha sido grande en una tendencia artística que ellos siguen haciendo felizmente protagonista.

PEPE BARROSO - RAFAEL CERDÁ

Museo Municipal ALCALÁ de guadaira

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