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  • La sabia pintura de José Antonio Chavinet se exhibe en la Casa de Iberoamérica, en la que confluye todo su universo pictórico en una retrospectiva con unas treinta piezas.

JOSÉ ANTONIO CHANIVET. Casa de Iberoamérica. Cádiz.

Las primeras obras que le conocimos cuando era un joven con la carrera de Bellas Artes recién terminada, ya, apuntaban horizontes de diáfanas perspectivas. Se trataba de un trabajo fresco, lleno de energía, distinto, muy bien conformado plásticamente -se notaba que su especialidad formativa fue la de Restauración, allí donde el tratamiento de los materiales impone su máxima potestad- y con un concepto creativo contundente, sabio, consciente y sabedor de a qué hay que atenerse. José Antonio Chanivet es, no cabe la menor duda, artista importante, de la provincia de Cádiz y de cualquier sitio; su obra parte de una convencida creencia artística; está sujeta a la más pura esencia de la verdad pictórica; se somete a los postulados del arte clásico, ese que se fundamenta en el conocimiento, en la acertada, estricta y rigurosa constitución de la forma, en su justa manipulación y exacta manifestación; posee una preclara formulación con un resuelto manejo de los elementos en los que sobresale un exultante dibujo, limpio, elegante y definidor y todo esto como una felicísima arquitectura sobre la que se sustenta un edificio bello, poderoso y con un grado de significación abierto, no sujeto a posiciones estancas y donde subyace una realidad mediata, cargada de esquemas irónicas, surreales y con lo real absolutamente sometido a un jocoso cuestionamiento.

A José Antonio Chanivet le hacía falta como artista una gran exposición como ésta que se lleva a cabo en los bellos recintos de la antigua Cárcel Real, sobre todo porque su sabia y justa pintura debe estar cercana al ánimo general de un universo pictórico que, quizás, arbitrariamente se haya fijado más detenidamente en otros con mucho menos qué decir y haya pasado demasiado de puntillas por la suprema obra de un Chanivet que es mrecedor infinitamente de mucho más.

La muestra es amplia, muy bien estructurada expositivamente, con abundante guiños a su carrera artística y con elementos diferenciadores de una pintura que ahonda en los mejores testimonios de un Arte que, con él, siempre, va hacia delante. Cerca de treinta obras de formato considerables componen una exposición clarificadora, que nos sitúa ante los parámetros de un artista con mayúsculas, sabedor de lo que se cuece en el Arte más nuevo, que conoce a la perfección las complejidades de la nueva pintura y que asume las más variadas argumentaciones de la representación sabiendo cómo dejar un sello personal, con una morfología de la figuración acertada, poderosa, dinámica y absolutamente afortunada.

La comparecencia de José Antonio Chanivet es todo un bello canto al dibujo, una magistral lección de cómo utilizar los blancos y los negros desde esa dificilísima posición plástica que es el carboncillo. Con tan básico elemento, un ingenio pictórico fuera de serie y una clarividencia formal de altísimos vuelos, el artista de Puerto Real nos conduce por unos episodios que relatan historias presentidas, personajes extraídos de un mundo a contracorriente, tan real como imposible, objetos de un entorno que transgreden su habitual contexto significativo, escenas de fuerte carga surreal, todo generando desenlaces nuevos aunque, muchas veces, mantengan la referencia de un tiempo que marcó un destino imprevisible.

Muy buena exposición la que podemos contemplar en esta Casa de Iberoamérica que se ha convertido en la mejor oferta artística de la ciudad. José Antonio Chanivet, con ella, nos demuestra la trascendencia de su obra, la importancia de su carrera convincente y el testimonio fidedigno de que estamos ante uno de nuestros mejores artistas.

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