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Cultura

El Pay Pay recupera los clásicos

  • Los Charlotines ampliaron con su música el espíritu de las películas de cine mudo

¿Qué tienen en común Charlot, Georges Méliès y Man Ray? Sí, fueron pioneros del cine, en diversas fases. Chaplin inventó el cine cómico para los restos y sigue siendo uno de los grandes iconos del siglo XX, inconfundible en sus zapatones y bajo el bombín. Méliès fue uno de los que creyó en la nueva fábrica de ilusiones que empezaba con los Lumière y es el tatarabuelo del cine de efectos especiales que nos atrona hoy en día. Y Man Ray, surrealista al pie de la letra, compinche de Dalí y Buñuel en el cine más poético y trasgresor jamás hecho, representante del cine de arte que no busca al gran público precisamente. Pero además de esto, el pasado jueves tuvieron un nuevo nexo de unión en el café-teatro Pay Pay: Los Charlotines.

Así se llama un joven grupo musical que se dedica a musicar en directo filmes mudos y ofrecieron un programa de los tres autores antes citados. Del pionero de pioneros Méliès ofrecieron su entrañable Viaje a la luna, cuya luna con un proyectil en el ojo es un clásico en si mismo. Del gran Charlot, que a pesar de lo que pueda parecer necesita una revisión al alza de su obra, un tanto marginada últimamente, se proyectaron dos de sus imprescindibles cortos hechos en su mejor momento, Charlot prestamista y Charlot boxeador, donde toda la elegancia innata de este inigualable cómico queda manifiesta. Y del fotógrafo Man Ray se ofreció su clásico La estrella de mar, que demostró toda la potencia del movimiento surrealista y de las vanguardias históricas.

Empero, no fue lo más importante esta recuperación de filmes que no son tan fáciles de ver hoy en día, a pesar de las nuevas tecnologías, sino el excelente trabajo hecho por Los Charlotines, cuyo nombre es toda una declaración de intenciones. Formado por Elena Jiménez, Manuel Méijome y David Piñero, consiguen ir más allá de la mera música de acompañamiento de unos filmes mudos, sino que es un verdadero trabajo de recreación artística. Su música amplió el espíritu de las películas, consiguiendo equilibrar la vieja escuela -golpes de batería en las caídas chaplinescas, etc- con la sensibilidad más contemporánea como se demostró en La estrella de mar, cuya vanguardia puede ser mejor entendida hoy que en su momento.

No sólo se trataba de música, sino de una auténtica labor de pedagogía cinematográfica, con comentarios que recordaban a los tres cineastas recuperados. Que un grupo de gente tan joven tuviese tanta sensibilidad hacía los viejos maestros del cine no dejó de ser esperanzador. En suma, una actuación que supo ser respetuosa con el pasado a la vez que innovadora, servida por tres excelentes músicos con una gran visión integradora de lo que es el arte. La contemporaneidad que en su tiempo representaba Man Ray hubiese estado contenta.

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