Cultura

Patrimonio inmaterial

Compañía: Les SlovaKs Dance Collective. Coreografía: Les SlovaKs Dance Collective. Intérpretes: Milan Herich, Anton Lachky, Milan Tomasik, Peter Jasko, y Martin Kilvady. Dirección técnica: Joris De Bolle. Espacio escénico: Les SlovaKs Dance Collective / Joris De Bolle. Iluminación: Joris De Bolle. Vestuario: Mat Voorter / Pepa Martínez. Composición y música en directo: Simon Thierrée. Día: 1 de mayo. Lugar: Gran Teatro Falla.

El término "folkórico" tiene cierto tinte negativo, quizás por la manipulación política que ha tenido lugar en nuestro país de nuestro acervo popular. Se trata, en realidad, de un término de origen anglosajón empleado por primera vez en 1846 por el arqueólogo británico William John Thoms. Eran los tiempos de la revolución industrial con su consiguiente desarrollo urbano, lo que llevó a algunos estudiosos a la reflexión sobre la posible pérdida de un legado transmitido a través de generaciones. Desde entonces, el interés por la protección de las tradiciones ha desarrollado diversos tipos de actuaciones, como los movimientos patrimonialistas o leyes, títulos y declaraciones varias, tanto por parte de particulares como de instituciones locales, nacionales o internacionales.

En ese sentido, el espectáculo que nos ocupa, cierre del X Festival Cádiz en Danza, constituye un ejemplo de la mejor estrategia para salvaguardar un tesoro inmaterial. Es decir, recoger ritmos y danzas populares, organizarlos dramatúrgicamente, reestructurarlos mediante la composición junto con la coreografía, y barnizarlos con estética para finalmente volcarlos sobre la escena, dentro de un estilo denominado "nueva danza tradicional". Para su representación en la ciudad, se emplea el escenario del Falla en toda su amplitud, aunque no más allá, acotando con cámara negra y un número considerable de focos cenitales con filtros de colores. Esta iluminación se complementa con luces laterales a ras de suelo y también frontales a lo largo del proscenio, como intentando recuperar las antiguas candilejas, lo que da un tono ámbar añejo y de solera entrañable. La música en directo, con una combinación de violín y laúd, con acompañamiento grabado a través de ordenador, convierte al intérprete en regidor de escena e hilo conductor del montaje. Los cinco bailarines evolucionan sobre un suelo blanco y radiante, ataviados en cómodos conjuntos compuestos de pantalones y blusones anchos, que parecen remitir a distintas profesiones o personalidades. La coreografía se articula en distintas historias a través de solos y juegos en grupo, con cierto aire de lucha o competición, a veces, como una reunión de hombres tras un duro día de trabajo. En el baile se combinan la extroversión, sencillez y camaradería de lo popular con la perfección técnica, el estilo gimnástico con elementos acrobáticos y el trabajo de suelo, entre otros elementos, propios de la actual danza contemporánea. El espectáculo engancha de principio a fin, casi de modo imperceptible e hipnótico por la sabia utilización de la música y el baile, como una muestra de un tipo de arte que constituye un patrimonio de la humanidad.

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