Cultura

Paisajes de referencias

A Alejandro Botubol lo conocimos una mañana sevillana en su estudio de los aledaños de la trianera calle San Jacinto. Quiero recordar que hacía poco que había terminado su carrera de Bellas Artes; sin embargo su entusiasmo y su claridad de miras lo alejaban de lo que era habitual en un joven despistado con un título bajo el brazo y sin saber muy a qué atenerse. El pintor gaditano tenía claro que iba a ser pintor y que su decisión no ofrecía dudas. Ya, allí, tuvimos la oportunidad de contemplar unas pocas obras valientes, con carácter, de poderosa pincelada, contundentes gestos cromáticos y solvencia estructural. Por lo tanto muchos y muy buenos mimbres para afrontar cualquier hecho por difícil que este fuera. Después su obra se cruzó en nuestro camino en una exposición en el baluarte de la Candelaria de Cádiz, compartiendo espacio con Pablo Fernández-Pujol. Después poco he sabido de él. Me he enterado en la galería que ha estado en Nueva York, abriendo horizontes artísticos y, por supuesto, dándose cuenta de que lo que uno quiera lo puede conseguir, aquí, allí o en cualquier otro sitio si tu convencimiento está por encima de todo y de todos.

La galería Cavecanem, referente seguro durante un tiempo en aquella Sevilla que fue importante y que sucumbió, nadie sabe muy bien por qué, a las precarias circunstancias de estos tiempos a contracorriente, vuelve a ser protagonista de un estamento expositivo sevillano que necesita mucho más de lo que, en estos momentos, oferta. Para esta ocasión se ha rodeado de la nueva obra de Alejandro Botubol, esa que se concibe en las estancias neoyorquinas y se lleva a cabo ya, a la vuelta, después de haber planteado una profunda reflexión y haber encontrado en lo esencial del paisaje un camino a seguir.

La exposición en la nueva Cavecanem - Calle Goles 3 - transita por un paisaje básico, al que se ha desposeído de sus argumentos ilustrativos, de aquellas experiencias donde la realidad marca las directrices done lo concreto a fuerza de ser real, consume excesiva expresividad. Y es que, a Alejandro Botubol, lo inmediato, los recursos reales de lo cotidiano, le suponen demasiada frivolidad representativa. El artista gaditano suscribe, sobre todo, el patrimonio de lo esencial, de lo que se ha quedado atrás después de que lo inmediato haya perdido sus contornos físicos y solamente patrocine paisajes esenciales, coloristas, formales, desprendidos de toda aquella circunstancia donde el relato manifieste una sujeción total al desenlace figurativo, al proceso espiritual concebido como una clara intención de actitudes.

La obra de Alejandro Botubol, expectante y esclarecedora en fondo y forma, en continente y en contenido, nos presupone en su estamento compositivo donde la presencia y la ausencia juegan un papel determinante; donde las marcas pictóricas crean un nuevo estamento capaz de dejarmos llevar por esas estancias donde anidan los versos más apasionados, donde la realidad ha sucumbido, quizá, a los devaneos referenciales de una existencia poco proclive a dejarse llevar por simples episodios coloristas. Desde esa posición de iconografías vacías de identidades referenciales, el pintor gaditano nos plantea un bello ejercicio de finísima pintura donde todo y todos quedan supeditados a los planteamientos de un arte abierto y sin fronteras.

Galería Cavecanem SEVILLA

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios