Cultura

Muere Andrzej Wajda, gran maestro del cine polaco

  • El director tenía 90 años y se convirtió en un referente ético internacional por la forma en que abordó la desgarradora historia de su país en el siglo XX

Cuando los comunistas asesinaron a su padre en la matanza de las fosas de Katyn, Andrzej Wajda tenía 14 años. Tras el pacto entre Hitler y Stalin nazis y comunistas se repartieron Polonia. En la zona bajo dominio soviético se procedió a la eliminación de la élite intelectual, artística, universitaria, religiosa, política y militar. En el bosque de Katyn, y en las prisiones de Kalinin y Járkov, fueron asesinados unos 22.000 polacos entre abril y mayo de 1940. Entre ellos el padre de Wajda, oficial de caballería. La propaganda comunista atribuyó la matanza a los nazis, versión mantenida durante muchos años hasta por los partidos comunistas occidentales. Rusia no reconoció su autoría hasta 1990. El joven Wajda luchó después contra los nazis y vivió en la Polonia sometida a la Unión Soviética en la que la verdad que él y su familia conocían estaba prohibida. Se puede comprender que la mayor parte de su filmografía tuviera como propósito el análisis y la denuncia de la realidad polaca y, en general, del uso político del terror. Al igual que se comprende que con su prestigio internacional y su obra apoyara a Walesa y a Solidaridad. No es casual que sus dos primeras películas trataran de la invasión nazi de Polonia (Generación y Canal, 1955 y 1957) y que entre las últimas figuren Katyn (2007) y Walesa, la esperanza de un pueblo (2013).

Wajda estudió pintura en la Academia de Bellas Artes de Cracovia y cine en la Escuela Nacional de Cine de Lodz, donde trabó estrecha relación con Aleksander Ford, profesor de la Escuela y el más prestigioso y poderoso realizador polaco al ser el presidente de Film Polski, la compañía estatal y única de producción cinematográfica. De Lodz salieron los directores de la Escuela Polaca de Cine que dieron fama internacional al cine de su país a partir los últimos años de la década de los 50. Rompió fuego Wajda con el éxito de Cenizas y diamantes (1958), premiada en el Festival de Venecia, y le siguieron Kawalerowicz con Madre Juana de los Ángeles (1961) y Polanski con El cuchillo en el agua (1962), ambas premiadas en Cannes y la segunda nominada al Oscar.

Entre 1959 y 1961, tras el éxito de Cenizas y diamantes, la carrera de Wajda se replegó tras las fronteras de Polonia obteniendo distribución internacional sólo en cine-clubs (Lotna, Los brujos inocentes, Lady Macbeth en Siberia, Sansón). Hasta su participación en el filme colectivo de episodios El amor a los 20 años (1962) junto a Truffaut, Rossellini u Ophuls. Desde entonces fue uno de los grandes nombres del cine europeo y sus siguientes películas se presentaron en los festivales de Cannes -Cenizas (1965) y Cazando moscas (1968)- y Berlín, Las puertas del paraíso (1968).

La emocionante Todo en venta (1969), confesión sobre el dolor producido por la muerte del actor Zbigniew Cybulski, amigo e intérprete de sus primeras obras, abrió un nuevo ciclo en su carrera, el mejor, en el que definitivamente marcó distancias con el régimen comunista al que acusó de ser una prolongación de la dictadura nazi en Paisaje después de la batalla (1970). Le siguen, con un claro tono político y un estilo cada vez más barroco y cargado de simbolismo, La boda (1973, Concha de Plata en San Sebastián), La tierra de la gran promesa (1975, nominada al Oscar), y El hombre de mármol y Sin anestesia (1977 y 1978, ambas premiadas en Cannes).

Las literarias La línea de sombra (1976) y Las señoritas de Wilko (1979), basadas en obras de Conrad e Iwaszkiewicz, y su hermoso homenaje a Beethoven (El director de orquesta, 1980), supusieron un interludio lírico de reflexión sobre la relación entre el arte y la vida. Regresó a la política con El hombre de hierro (1981, Palma de Oro en Cannes, continuación de El hombre de mármol que retomaba la lucha sindical anticomunista) y con la soberbia Danton (1982), poderosa reflexión sobre el poder y el carácter saturnal de la revolución. Su compromiso lo llevó a convertirse en senador en 1989 por las listas de Solidaridad.

Incansable trabajador, Wajda siguió rodando hasta los 90 años películas sobre todo centradas en la Segunda Guerra Mundial como escenario de tragedias éticas y despliegue de un horror hasta entonces desconocido (Un amor en Alemania, Korczak, The Ring with a Crowned Eagle, Semana Santa, La condena de Franciszek Klos, Katyn), siempre en el escenario polaco ("Nunca conté otra historia que no fuera la de Polonia, me siento muy arraigado a mi tierra", confesaba). En ellas el antes barroco y dado al exceso realizador conquista un tono sereno y sobrio en el que la creatividad se pone al servicio de la reflexión ética, con una voluntad pedagógica que recuerda al Rossellini que abandonó el cine por la televisión y la ficción por la historia. Con Wajda, además de un gran hombre de cine, desaparece un lúcido analista no sólo de la Polonia contemporánea, sino del atormentado siglo XX. Con el Oscar honorífico la Academia de Hollywood reconoció en 2000 su extraordinaria contribución artística y ética al cine.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios