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Cultura

Miller, olvida y vive

Producciones Teatrales Contemporáneas. Autor: Arthur Miller. Adaptación y Dirección: Claudio Tolcachir. Reparto: Carlos Hipólito, Gloria Muñoz, Fran Perea, Manuela Velasco, Jorge Bosch, Alberto Castrillo-Ferrer, Ainhoa Santamaría, Nicolás Vega, Amanda Recacha. Escenografía y vestuario: Elisa Sanz. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Música: Federico Grinbank. Traslación al castellano: Mónica Zavala. Día: viernes 4 de noviembre. Lugar: Teatro Municipal Pedro Muñoz Seca. Duración: 100 minutos. Aforo: Lleno.

Estoy muy de acuerdo con aquellos que sostienen que con un buen texto el actor tiene el cincuenta por ciento de su trabajo casi hecho. Eso es lo ocurre con esta creación literaria concebida para el teatro por el reconocido dramaturgo estadounidense Arthur Miller. La denuncia social sobre la desvergüenza de los gobiernos y las empresas armamentísticas, mezclada con la bajeza y la doble moral de los de siempre, genera tal cantidad de conflictos internos en el ser humano que por lo general suelen desembocar en irreparables micro tragedias personales para la gran multitud silenciosa.

Pero ocurre que acompañando a esta magnífica castellanización de Mónica Zavala aparecen otros elementos que ineludiblemente hacen posible que el otro teatro exista. Más bien apostillaría que el verdadero teatro exista. Desde la premisa de que el teatro es uno de los espacios más humanos que ha conocido, el director argentino Carlos Tolcachir vuelve al Muñoz Seca después de que La omisión de la familia Coleman removiera los cimientos del espacio escénico de la Plaza del Polvorista. Su modus operandi en la dirección de actores es único en el mundo. Consigue la implicación incondicional de cada actor y cada actriz en cada movimiento, en cada palabra, y claro, ésta elaborada simbiosis la percibe el espectador como pos ósmosis subcutánea nada más subir el telón de boca.

Con pensamientos como '…eso es lo que hace la guerra, yo tenía dos hijos y ahora tengo uno', o '…en la oscuridad de la noche todas las madres están esperando a sus hijos', el chantaje emocional para salvar cada uno su culo prevalece en la intrahistoria de Todos eran mis hijos.

Carlos Hipólito y Gloria Muñoz merecen una mención aparte en todo este lío. Mantienen la tensión teatral a lo largo de toda la representación en donde los ritmos y las tiesuras fluyen hacia el resto de personajes, dando forma de un modo magistral al entramado de una ficción que no decae en ningún momento. Tanto su presencia como su mesura en el escenario, yuxtapuestas al trabajo más que solvente del actor andaluz Fran Perea y de la actriz madrileña Manuela Velasco -sobrina de otra gran dama del teatro español como es Concha Velasco- llenos de naturalidad y de pasión sobrevenida, consiguen que los mensajes que nos quiso transmitir Miller a través de su obra llegaran al patio de butacas con penetrante nitidez y frescura artística, esa que se suele perder por el camino cuando las compañías salen de gira por provincias. Lo agradecimos todos.

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