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México, su Algeciras sin Estambul

Hay un perfil futbolero de Paco de Lucía. Que se apunta en la dedicatoria que en 1995 me hizo Juan José Téllez, en su biografía Retrato de guitarra con familia, dándome las gracias por enseñarle quién y qué significaba en el fútbol Jorge Valdano, al que se lo presenté en el hotel Reina Cristina de Algeciras donde el Madrid se concentraba para disputar el torneo Ciudad de la Línea de 1986, muy reciente el Mundial de México que ganó la Argentina de Bilardo, Maradona y Valdano.

En términos balompédicos, Paco de Lucía ha sido internacional por México. Allí, como el cónsul de Bajo el volcán, como el gringo viejo de Carlos Fuentes, como el mutis de Álvaro Mutis, ha cerrado el escenario. Y de allí venía, después de dos años de encierro artístico, cuando se produjo la anécdota que voy a referir. Se había recluido en Yucatán, un territorio que según cuenta Hugh Thomas en su biografía de Felipe II vivió un buen revoltijo de virreyes y encomenderos.

2004 fue un buen año para la cerveza Cruzcampo y para Paco de Lucía. La primera celebró su centenario y el guitarrista de Algeciras recibió el premio Príncipe de Asturias de las Artes en la Vetusta de Clarín. El encuentro se había producido un año antes. La fecha está en las hemerotecas: 19 de noviembre de 2003. Los periodistas estábamos citados en el hotel Alfonso XIII para la presentación de un anuncio conmemorativo del centenario de la firma cervecera que con la dirección de Eduardo McLean se había rodado en la muy cinematográfica Casa de Pilatos.

Casi todos los artistas participantes estaban en el patio central del hotel. También Carlos Jaureguízar, entonces presidente de Heineken España, que contó que cuando estudiaba Economía Agraria en California asistió a un concierto de Paco de Lucía en la Universidad de Stanford. Los fotógrafos empezaron a hacerle fotos a Sara Baras, que había conocido al guitarrista en Japón; a los integrantes del grupo malagueño Chambao, a Raúl Fernández y a dos sevillanos de Pino Montano, integrantes del grupo SFDK (Siempre Fuertes de Conciencia). Los organizadores mostraban su inquietud por dos ausencias. No estaban ni Antonio Canales ni Paco de Lucía. El bailaor de Triana no compareció. El guitarrista estaba en su habitación viendo el partido de repesca que España jugaba en Noruega por una plaza para la Eurocopa de Portugal, la patria de Lucía, la madre a la que llevó por bandera de todos sus conciertos.

Hubo una época en la que España no era campeona de Europa ni del mundo en fútbol. Lo era en guitarra flamenca, eso sí. Me constaba esa afición de Paco de Lucía por el fútbol. Después contaría el guitarrista que cuando Etxeberría le marcó el tercer gol al portero noruego apagó el televisor y bajó con el resto del elenco. Antes habían marcado Raúl, en su canto del cisne con la selección, y el valencianista Vicente. En el hotel se alojaba el cineasta Carlos Saura, que contó en seis películas con la colaboración de Paco de Lucía. En ese hotel se debe de ver muy a gusto el fútbol. Unos años antes, los periodistas se quedaron como pasmarotes esperando a Michelangelo Antonioni, el director de Blow Up. Se había encerrado para ver un Madrid-Barcelona.

Después de aquella presencia en el hotel, Paco de Lucía inició una gira por Estados Unidos y Canadá. Al otro lado de la frontera con México, su Algeciras sin Estambul de ese Mediterráneo trasterrado. Hijo de fronteras, con aura de héroe del Far West como las películas de John Carradine, el padre de su hermano gemelo.

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