La literatura fantástica cuenta, en el ámbito de nuestro idioma, con más tradición lectora que de autores. Quizá ese canon fuera indeleblemente fijado por las exitosas antologías de Borges, Bioy y Silvina Ocampo, tan inigualables lectores. Y sin embargo, ya desde los tiempos de Ros de Olano, siempre ha habido grandes cuentistas fantásticos a uno y otro lado del Atlántico. Quiroga, Arreola, Piñera, Levrero o Carlos Edmundo de Ory no tienen nada que envidiar a lo más nombrado de la cuentística anglosajona. Como tampoco Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada, 1961), quien libro a libro va dando cuerpo a un universo marcado por la brevedad, el espanto, la sorpresa y una precisión de relojero al que le está llegando la hora del conocimiento más allá de esos pocos iniciados afectos a esta clase de literatura.
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