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Crítica de música

Luz y recogimiento del siglo XVII

Juan Carlos Rivera y Mariví Blasco, en La Tía Norica.

Juan Carlos Rivera y Mariví Blasco, en La Tía Norica. / actidea

El segundo concierto del ciclo de Música Manuel de Falla, organizado por el Ayuntamiento en el Teatro de la Tía Norica un lunes de cada mes, vino de la mano de dos artistas muy consolidados en el panorama nacional de la música antigua.

Escuchar cómo interpreta la tiorba o la guitarra barroca Juan Carlos Rivera es una experiencia que no te deja indiferente. Reflexivo, meticuloso, sabe transmitir con verdadero amor el sonido de estos dos instrumentos, usuales del siglo XVII.

Capaz de matizar con sutilezas el ostinato del instrumento, a la hora de acompañar la melodía de canto de la soprano, a su vez proyecta una primorosa aplicación en la ejecución pulsando ora la cuerda de la tiorba, ora la de la guitarra.

Mariví Blasco, soprano valenciana y emprendedora musical de proyectos como el de Accademia del Piaccere junto a Fahmi Alqhai, nos ha visitado en Cádiz en varias ocasiones, poniendo a nuestro alcance todo su buen hacer en el terreno de la música antigua.

Posee una voz de gran claridad y proyecta con decisión, lo que la acredita para combinar el buen fraseo con la realidad de arrancarle dramatismo a la melodía, allá donde se esconde para otros.

Lo mejor de la noche vino con la interpretación de Ninna nanna de Torquino Merula, que, sencillamente conmovió al público de la sala de la Tía Norica.

No se quedaron atrás las interpretaciones seguidas de Claudio Monteverdi. Primero con su madrigal más conocido, Lamento de la ninfa, donde fue todo un placer escuchar a Mariví desarrollando la melodía con una exquisita limpieza y transparencia que nos permitió seguir la letra, mientras que el maestro Juan Carlos Rivera exprimió con delicadeza todas las posibilidades que permite la partitura ejecutando el bajo ostinato de la tiorba en la cadencia descendente del la-sol-fa-mi. Excelente.

También de Monteverdi interpretaron Si dolce e il tormento, y otras piezas más de Hidalgo y Arañés para concluir el concierto, que tuvo también algunas partes en las que Juan Carlos Rivera interpretó obras como solista.

Hubo propina: Trompicábalas amor de Juan Hidalgo.

Un concierto verdaderamente interesante. Bien planteado y que nos llevó a la atmósfera del nuevo misticismo sevillano naciente del pincel del genial Murillo, a mediados del siglo XVII, capaz de iluminar los sentimientos más recónditos del espíritu, superando la etapa del tenebrismo ascético, acercando y empatizando con el espectador. Recogimiento y luz para un concierto en un día que en Cádiz fue lluvioso en la calle.

El próximo mes de marzo volveremos a vernos en el ciclo de Música Manuel de Falla, en el Teatro de la Tía Norica.

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