Crítica de Cine

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anacleto: agente secreto

Comedia de acción, España, 2015, 87 min. Dirección: Javier Ruiz Caldera. Guión: Fernando Navarro, Pablo Alén, Breixo Corral. Intérpretes: Imanol Arias, Quim Gutiérrez, Alexandra Jiménez, Carlos Areces, Berto Romero, Rossy de Palma, Emilio Gutiérrez Caba. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar, San Fernando Plaza, Las Salinas, Al Andalus, Yelmo, Odeón.

Creación del historietista Manuel Vázquez nacida como respuesta local y paródica al por entonces (1964) popular agente secreto James Bond, Anacleto revive ahora en carne y hueso con las formas aseadas y profesionales del producto industrial y un humor de colegas que necesita imperiosamente del gancho televisivo (Berto, Buenafuente) y la acción espectacular para llegar a nuevos públicos a los que los referentes originales le suenan a chino.

La fórmula prolonga la tradición de los Torrentes con la comedia inscrita en el género de acción, peaje inevitable para que las televisiones privadas y las distribuidoras norteamericanas en cuyas manos está el futuro de las cifras de taquilla de nuestro cine puedan hacer sus cuentas y seguir prolongando su idilio algo forzado con él.

Así es y ha sido siempre, aunque mucho me temo que la fórmula no da ya ni siquiera para estirar unas risas (lo único que puede merecerle la pena al espectador adulto) a costa de la caspa celtibérica (bastante desdibujada) o el supuesto gracejo de unos tipos que, como Quim Gutiérrez, asumen desde la verborrea, los tics y el exceso (de importación) los principales reclamos para la comedia.

Ruiz Caldera (Promoción fantasma, Tres bodas de más) demuestra que depende demasiado de los materiales (aquí no demasiado finos) para lucirse, por más que repita con actores cómplices (Jiménez, Areces, el propio Berto Romero) y saque un insospechado partido a un Imanol Arias al que este tono crepuscular y el frac le sientan mucho mejor que las penurias dramáticas de Cuéntame.

Hay aquí alguna que otra escena suelta lograda (sobre todo en los duelos sentimentales o padre-hijo), innegable oficio técnico, pero la sensación general es de domesticación, despilfarro y estiramiento, de falta de ritmo y tempo adecuados para que empasten la comedia verbal y gestual con la acción pirotécnica sin desfallecer en el intento.

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