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Cultura

Juventud en marcha

Relato de vida, Estados Unidos, 2014, 166 min. Dirección y guión: Richard Linklater. Fotografía: Lee Daniel, Shane Kelly. Intérpretes: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Lorelei Linklater, Jordan Howard, Tamara Jolaine, Tyler Strother. Cine: Bahía de Cádiz.

Desde su presentación en Berlín, donde Linkater se hizo con el Oso de Oro a la mejor dirección, Boyhood es, posiblemente, la película que ha hecho correr más ríos de tinta entre la crítica especializada esta temporada. Resulta, por tanto, casi imposible decir nada especialmente original sobre ella a estas alturas, si acaso apuntar que estamos ante una pequeña gran proeza del cine de ficción desarrollado en el tiempo (12 años de rodaje, unos mismos protagonistas que crecen y se desarrollan en la pantalla) que sintetiza, de manera natural, sencilla y sin costuras visibles, los modelos de producción, aproximación y narración del cine documental y la ficción serial televisiva, donde sí que hemos visto crecer y transformarse a unos personajes a lo largo de los años y las sucesivas temporadas.

Preocupado por el tiempo y la narración ya desde aquella seminal Slacker impulsada por la estructura del azar, Linklater consigue en Boyhood un naturalismo insólito en su relato de vida de Mason (Ellar Coltrane, diríamos que él mismo jugando a crear un personaje paralelo), un relato en el que las marcas del cine, sus tiempos, sus transiciones, sus nudos, sus conclusiones o moralejas, quedan prácticamente borradas en un flujo en presente, un continuum narrativo que no parece atender a otra lógica que la progresión natural del tiempo y su funcionamiento como mecanismo de una lógica existencial que tampoco conoce dramáticos puntos de giro, explicaciones, acontecimientos excepcionales o intensificaciones propias de un guionista de escuela.

Boyhood se despliega ante nosotros como una suerte de espejo de vida sin atributos especiales, como relato de iniciación entre la infancia, la juventud y la adolescencia, puntuado por algunos referentes históricos y culturales (¡las canciones!), que se pronuncia en el tono justo, sin giros ni sobresaltos, observado muy sutilmente a través de la perspectiva en construcción de un niño que crece ante nosotros sin dar lecciones, sin subrayar demasiado su proceso interno, los desencuentros generacionales con los padres, sin juzgar con dureza a ninguna de sus criaturas, ni siquiera a esos hombres que se cruzan sin demasiado éxito en la vida de la madre (Patricia Arquette), mucho menos a un padre ausente y tal vez algo irresponsable (Ethan Hawke) cuyas luminosas apariciones de fin de semana irrumpen como una auténtica salida al aire libre de las enseñanzas de la vida fuera del hogar familiar.

Por encima de todo, Boyhood es también el retrato de un cuerpo cambiante y una mente en transformación, la evolución de una mirada al mundo que le es devuelta al espectador sin imponerse, de forma suave, la de un Linklater en plena madurez, dueño ya por completo de una visión moral de la existencia y unas maneras cinematográficas con las que nos identificamos plenamente, un cineasta inspirado que sigue reescribiendo título a título una cierta tradición narrativa del cine americano que ha sabido integrar la modernidad europea sin perder la más mínima seña de identidad local por el camino. Y es que, en sus manos, Texas también puede ser el mundo entero.

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