Cultura

Jerez, en el corazón del flamenco

Viva Jerez, el espectáculo coproducido por el Villamarta y la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, llenó el viernes por la noche el teatro con muchas de las historias y sonidos desgarradores que han preñado un arte que ha sabido salir del pozo de la miseria para pasearse por los mejores escenarios del mundo, gracias a unos cuantos genios del cante, el baile y la guitarra. El espectáculo, bien vestido, iluminado y dirigido, resultó un maravilloso testimonio. Muy denso, pero muy bien hilvanado. De principio a fin, relató las vivencias y los sueños de unos cantes reivindicativos en su origen, que hoy son capaces de recoger el aplauso generalizado tras haber traspasado todos los mares. Francisco López salda así su deuda con Jerez, ciudad a la que dice deberle mucho. Sin más pretensiones que el sentido tributo, escenificó el pasado, el presente y futuro del flamenco, con guiños cómicos y dando unidad al espectáculo con una 'partitura' flamenca, pero de otra manera, huyendo de estereotipos.

Angelita Gómez, el baluarte de la escuela jerezana, remarcó el baile reposado y rebosante de gracia, la base de muchas generaciones que hoy triunfan allá donde pisan. Es el caso de María del Mar Moreno, que se atrevió con todo. No sólo bailó por seguiriyas y se convirtió en la Niña de Fuego en la zambra, también estuvo muy en su papel toda la obra e incluso cantó con sensibilidad.

Mercedes Ruiz, como exclamó Mateo Soleá, revolucionó al personal en la farruca y formó el taco por alegrías. Tiene por delante un futuro prometedor y bien que lo dejó patente con su poderosa, casi insultante, técnica, a cada día que pasa más aliada con la estética y el ángel. Todo ello presidido por un soniquete con la marca de Cepero que en Jerez se respira en el ambiente, sobre el mostrador de la barra del bar, en el intermitente del coche o en sus fuentes. Y bajo una coreografía impecable con la firma de Latorre, que movió a la compañía con equilibrio y ritmo. El cante tuvo protagonismo especial en las voces de Terremoto, Antonio Malena y Londro, que fueron mucho más lejos de los tópicos para pasar revista a un sinfín de variantes muy bien flanqueados por Mateo Soleá y El Pescaílla.

La memoria también jugó su papel en la narración. Como los propios músicos -excepcionales todos, desde Zarzana al piano hasta las guitarras de Lara y Lorca-, y los cantaores y bailaores. Se arranca en la gañanía, en el campo, entre la albariza, donde la fiesta salta a la primera oportunidad, por verdiales por ejemplo. El gitano se lame sus heridas con una ronda de tonás imponente y se combate con buen vino, entre milongas y tangos-rumbas, desde Málaga hasta Granada, sin mirarse el personal el ombligo.

El espectáculo, en su segunda parte, ganó en ritmo y emoción. Más sofisticado, el flamenco se miró en el espejo de la farruca que Mercedes elevó a lo más alto. La gente empieza a pagar por ver, en el café cantante y en los teatros. La luz sirve de guía. Los artistas se visten de etiqueta aunque tengan que comer bajo un puente con lo poco que ganan.

Los flamencos se lían la manta a la cabeza y se lanzan a la conquista del mundo. En el aeropuerto suena la sevillana más larga de la historia, hasta cuatro horas dura el retraso sobre el horario previsto del vuelo a Japón. Otra chispazo más, sólo comprable al romance del rey moro. Luis de la Tota derrocha genio, como en los tangos que compartió con Miguel Téllez, la cuarta pata de la buena mesa del baile. Y tras la partida, la nostalgia en la voz de María del Mar, que le canta una nana a su niño. Pero el grito de guerra, ¡Viva Jerez!, el Jerez de la Feria del Ganado, las partidas de polo y los festejos populares, llena el teatro del compás que late con fuerza desde hace 200 años en esta ciudad: la bulería como el corazón del flamenco, su latido y soniquete. Por soleá, al golpe, por cuplé, de Santiago, La Plazuela, sobre una losa... Sobre el ambiente ya flotan Chacón, Loco Mateo, Pepa Oro, Piyayo, Frijones, Mojama...

Casi tres horas duró el espectáculo y a buen seguro que se recortarán algunas de sus escenas porque se alargó demasiado por momentos. Fue quizá el único pero de un estreno con muchos quilates.

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