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Cultura

Javier Valverde, vuelta al ruedo tras salvar el cuello

  • El salmantino se libra de una cornada casi cantada en el sexto y, junto a Rafaelillo e Iván Vicente, lidia una pésima corrida de Marqués de Domecq y sobrero de Jaral

¡Ahí es !, que diría un castizo. Han pasado 88 años de su trágica muerte en Talavera y el recuerdo de Joselito el Gallo, el rey de los toreros, todavía continúa vivo entre la afición madrileña. Minuto respetuoso de silencio para el torero más completo y que más fuerza ha tenido dentro y fuera de los ruedos a lo largo de la historia taurina. Como prueba, las plazas monumentales que puso en marcha, como las de Madrid o Sevilla, entre otras.

La plaza madrileña, llena, pese al mal tiempo, con amenazadoras nubes negras, fue escenario ayer de una función plúmbea con una pésima corrida de Marqués de Domecq, remendada con un sobrero de Jaral de la Mira, de similares características. Los momentos más emotivos, por dramáticos, se vivieron y sufrieron en la actuación de Javier Valverde ante el sexto. Ese toro que cerró plaza era complicado, se quedaba corto y buscaba por el pitón izquierdo. Ufano no tardó en coger a Valverde, lanzarle por los aires y buscarle con ahínco en la arena. El buido pitón derecho buscó el cuello del salmantino, sin atinar. El público, con la respiración contenida, volvió a respirar tras unos segundos en los que Valverde recibió una paliza tremenda. Medio conmocionado, junto a tablas, se recuperó cuando le refrescaron el cuello con agua. El diestro, con agallas, con vergüenza torera, continuó con pundonor delante de la cara del toro, robando algunos pases. El respetable, por ese ardor guerrero, se entregó sin reservas. Si hubiera matado a la primera hubiera sido premiado con un trofeo. Dio una más que merecida vuelta al ruedo, tras petición minoritaria. El descastado tercero, bajo y de armamento respetable, fue noble, aunque únicamente tragaba en un primer muletazo. El salmantino se mostró porfión en una labor sin frutos y estuvo muy desafortunado con la espada. El toro llegó a echarse en un par de ocasiones por su carencia de casta.

Rafael Rubio Rafaelillo no pasó de discreto en su lote. Estuvo digno con el manso que abrió plaza, que intentó saltar de salida, en varias ocasiones, al callejón. En la muleta el astado resultó peligroso y buscó al torero, que aguantó un par de coladas de infarto, sufriendo un puntazo en una de ellas, por el pitón izquierdo. Gran estocada hasta la mano para una justa ovación como recompensa. Rafaelillo no consiguió nada positivo con el cuarto, cuesta arriba y sin cuello. Bulliciosa labor en la que citó en muchas ocasiones mal colocado.

Iván Vicente se las vio con un lote imposible para el lucimiento artístico. El segundo, descordado, fue devuelto. Se corrió turno. El madrileño se justificó en una lidia correcta con un toro manso, que en la muleta resultó bravucón y peligroso por su genio. Sin acierto con los aceros. Con el quinto, sobrero de Jaral de la Mira, que topaba unas veces y en otras intentaba cazar al torero, Iván Vicente intentó muletazos con serenidad dentro de su línea clásica.

Cuando la terna abandonó el ruedo tras el deber cumplido ante un pésimo encierro, todavía flotaba en el ambiente la escena de Valverde, que salvó el pellejo y el cuello de milagro.

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